Una vez más, el régimen cubano pretende vestir de fiesta lo que no es más que otra jornada de simulacro político. Bajo el lema “Por Cuba juntos creamos”, la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) ha convocado a una “amplia movilización nacional, popular y masiva” en la Plaza de la Revolución para conmemorar el Primero de Mayo. Pero ¿qué motivo real tienen los trabajadores cubanos para celebrar?
En una conferencia de prensa, Ulises Guilarte de Nacimiento, secretario general de la CTC, anunció con entusiasmo el retorno a la Plaza, como si el país no estuviera atravesando una de sus peores crisis económicas y sociales de los últimos tiempos. Mientras tanto, la realidad cotidiana es un desfile constante de apagones, hambre, inflación, miseria, violencia e incertidumbre.
Lejos de la retórica oficial, los cubanos enfrentan jornadas laborales donde el esfuerzo no se traduce en sustento digno. El salario promedio no alcanza para cubrir ni una semana de alimentos básicos, las farmacias están vacías, el transporte público colapsa por falta de combustible, y los apagones, cada vez más prolongados, se han convertido en una rutina insoportable. En muchos hogares, cocinar, estudiar o dormir se ha vuelto un lujo intermitente.
A pesar de esta desesperante situación, el gobierno insiste en utilizar el Primero de Mayo como vitrina para aparentar una supuesta unidad popular que solo existe en los discursos. La movilización no será espontánea ni voluntaria: será forzada, como en años anteriores, donde trabajadores estatales, estudiantes y empleados de sectores estratégicos reciben órdenes de participar o enfrentar represalias. La Plaza de la Revolución se llenará, sí, pero no por convicción, sino por miedo o cansancio.
La excusa del “bloqueo” sigue siendo la narrativa oficial para justificar todos los fracasos. Guilarte repitió el guion habitual, culpando a Estados Unidos del desastre económico, sin asumir responsabilidad por la ineficiencia interna, la corrupción institucionalizada ni la falta de reformas estructurales que liberen las fuerzas productivas del país.
Mientras se preparan cápsulas audiovisuales para resaltar “historias de vida” y se organizan encuentros intergeneracionales y actividades culturales, la juventud cubana sigue huyendo en masa por cualquier vía posible. La desesperanza es tal, que miles de jóvenes prefieren arriesgar sus vidas cruzando selvas y fronteras que seguir atrapados en un país sin futuro.
Por si fuera poco, el aumento en el consumo de drogas, la violencia delictiva y el deterioro del tejido social son síntomas de un colapso más profundo. La calle ya no es sinónimo de seguridad ni de comunidad, sino de abandono e inseguridad.
En este contexto, hablar de “celebración” es una burla al pueblo. No hay nada que festejar cuando las familias no tienen comida, cuando los hospitales no tienen medicamentos, cuando los salarios no alcanzan ni para el pan, y cuando cualquier voz crítica es silenciada con cárcel o exilio.
El pueblo cubano está agotado. Agotado de discursos vacíos, de promesas incumplidas y de un sistema que se niega a cambiar mientras arrastra a toda la nación hacia el abismo. El Primero de Mayo, más que una jornada de celebración, debería ser un día de protesta, de duelo, de reflexión colectiva sobre lo que Cuba pudo ser y no fue. Pero en la Cuba de hoy, ni siquiera eso se permite.
El dolor de una madre ante la negligencia médica en Cuba: '¡Mi hija murió de abandono!'
Hace 8 horas
Accidente masivo en la carretera Moa-Sagua: 7 personas heridas pero sin víctimas mortales
Hace 1 día