El 8 de abril de 2025, la vida de cientos de personas cambió de manera irreversible cuando un colapso inesperado de techo en la discoteca JetSet, ubicada en Santo Domingo, causó la muerte de 221 personas y dejó a muchas otras atrapadas entre escombros.
Entre las víctimas estaban celebridades, empleados del lugar y jóvenes que solo buscaban disfrutar de una noche de esparcimiento. El desastre, que en su inicio parecía solo una casualidad, rápidamente se convirtió en una tragedia de proporciones nacionales.
A medida que la noticia se esparcía por todo el país, el pueblo dominicano se unió en un esfuerzo incansable para ayudar a los afectados. Mientras los equipos de rescate trabajaban de manera ardua en las horas posteriores al colapso, ciudadanos de todos los rincones de la República Dominicana acudieron al lugar para ofrecer su ayuda.
La solidaridad fue uno de los pilares de la respuesta y los rescatistas no solo recibieron apoyo material como alimentos y agua, sino también apoyo emocional por parte de quienes, aunque no tenían relación directa con las víctimas, se sintieron llamados a asistir en medio de la tragedia.
Uno de los relatos más conmovedores fue el de Neufris Pérez, quien, a pesar de no haber estado en la discoteca esa noche, vivió el dolor de la desaparición de su amigo Johnny Humberto García Abreu.
Pérez, que se quedó dormido en casa la noche del colapso, despertó con la noticia y corrió al lugar en busca de su amigo, quien nunca apareció. A pesar de recorrer hospitales y morgues sin obtener noticias de Abreu, Neufris nunca perdió la esperanza y siguió buscando. Su fe en un milagro representaba el sentimiento generalizado de muchas familias que mantenían la esperanza de encontrar a sus seres queridos con vida.
El pueblo dominicano mostró su capacidad de resiliencia y fortaleza. Las carpas instaladas alrededor de la discoteca JetSet no solo servían para alimentar a los rescatistas, sino también para proporcionar consuelo a las familias que esperaban noticias. Muchas personas, sin conocer a los afectados, se acercaron solo para ofrecer palabras de aliento, asegurando que, aunque la tragedia era indescriptible, el país entero estaba unido en el dolor.
La madrugada del 8 de abril se convirtió en una pesadilla para las familias que, en busca de una noche de diversión, terminaron viviendo una de las tragedias más devastadoras en la historia reciente de la República Dominicana.
El colapso del techo de la discoteca JetSet dejó un saldo de 221 muertos y muchas personas atrapadas bajo escombros. Sin embargo, al mismo tiempo que el país lamentaba las pérdidas, surgieron historias de heroísmo y valentía que revelaron el espíritu indomable del pueblo dominicano.
Marisol Chalas, una de las sobrevivientes, compartió su angustioso testimonio. Durante varias horas, estuvo atrapada bajo los escombros junto a otros heridos. En su relato, decía: "Estamos vivos de milagro, volvimos a nacer", dejando claro que, aunque el dolor era inmenso, el valor y la fuerza para sobrevivir no faltaron en un momento tan crítico.
Esta resiliencia se reflejó en los esfuerzos de los rescatistas, quienes, liderados por bomberos como Miguel Alejandro Martínez, trabajaron sin descanso en un entorno peligroso, enfrentando el riesgo constante de que el resto de la estructura colapsara.
El gobierno dominicano, consciente de la magnitud de la tragedia, se comprometió a iniciar la fase de recuperación de los cuerpos tras dos días de intensos trabajos de rescate. A pesar de la angustia, la esperanza de encontrar sobrevivientes no se desvaneció hasta que se confirmó que no había más personas con vida. Las autoridades anunciaron que comenzarían con una investigación exhaustiva sobre las causas del colapso, con la finalidad de evitar que algo así ocurriera en el futuro.
La respuesta del pueblo dominicano a esta tragedia dejó una huella imborrable. En los momentos más oscuros, cuando la incertidumbre y el dolor parecían reinar, la unidad, el heroísmo y la solidaridad fueron el faro de esperanza para todos. La República Dominicana se unió en un solo propósito: apoyar a las víctimas, brindar consuelo a las familias y asegurar que, a pesar de la tragedia, el espíritu de humanidad y esperanza prevaleciera.
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