La historia de Vivi Ginarte es un retrato fiel de la resiliencia que caracteriza a miles de cubanos que, obligados por la crisis y la falta de oportunidades, han tenido que emigrar y reinventarse en tierras ajenas. Graduada de Medicina en Cuba, Vivi soñaba con ejercer su vocación en Estados Unidos. Hoy, su realidad es distinta: vive en México y trabaja como manicurista. Sin embargo, lejos de considerarlo una derrota, su historia se ha convertido en un ejemplo de adaptación, coraje y esperanza.
Como muchos otros profesionales formados en la isla, Vivi pertenece a una generación de cubanos que, pese a contar con una sólida preparación académica, se ven empujados a abandonar su país para poder construir un futuro digno. Con años de estudio a sus espaldas y el deseo firme de especializarse en ginecología, esta joven médico no encontró en Cuba las condiciones necesarias para crecer profesionalmente.
La falta de recursos, las limitaciones del sistema de salud y la imposibilidad de avanzar en su carrera la llevaron a tomar una decisión difícil: emigrar. Primero lo intentó en Brasil, donde no pudo ejercer la medicina, pero encontró un camino inesperado en el mundo de la estética. Aprendió a hacer uñas y poco a poco convirtió ese conocimiento en una herramienta para sostenerse económicamente.
Más tarde, con la vista puesta en Estados Unidos, llegó a la frontera con México esperando una cita a través de la aplicación CBP One, como tantos otros migrantes. Pero esa oportunidad nunca se concretó. En lugar de rendirse, Vivi decidió instalarse en México y transformar el obstáculo en una nueva posibilidad.
Actualmente, comparte en redes sociales como TikTok e Instagram su día a día como manicurista. Con sinceridad, habla de lo que significa empezar desde cero, de los miedos, de la nostalgia, pero también del orgullo de haberse reinventado sin perder su esencia ni su dignidad. Sus publicaciones inspiran a muchas mujeres —y migrantes en general— que se ven reflejados en su camino.
Su historia es también reflejo del inmenso capital humano que ha perdido Cuba en los últimos años. Médicos, ingenieros, profesores, artistas y técnicos calificados han salido del país buscando lo que el sistema no les garantiza: crecimiento, libertad y estabilidad. Pero en ese proceso, muchos demuestran una admirable capacidad de adaptación.
Ser médico en Cuba es sinónimo de sacrificio, de largas jornadas, de vocación. Vivi no ha dejado de lado su sueño. Mantiene viva la esperanza de volver a ejercer algún día, y mientras tanto, continúa creciendo en lo personal y profesional desde otro ámbito.
Reinventarse no es fracasar, es adaptarse con valentía. La historia de Vivi Ginarte es una muestra de que, aún cuando los planes no salen como se espera, siempre hay una oportunidad para crecer, reconstruirse y avanzar. Porque los sueños no mueren, se transforman. Y el talento cubano, esté donde esté, siempre encuentra una forma de salir adelante.
Fuente: La Nación
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