En medio de una profunda crisis económica que afecta a todos los sectores del país, el Gobierno cubano ha recibido un nuevo donativo de vacunas por parte de Venezuela. Se trata de 90 000 dosis de la vacuna duple bacteriana, utilizada para proteger contra el tétanos y la difteria, enfermedades que ya habían sido erradicadas en Cuba décadas atrás.
El Ministerio de Salud Pública (MINSAP) agradeció públicamente al régimen venezolano por este gesto, que permitirá continuar con la inmunización de los niños que cursan el primer grado de la enseñanza primaria. Estas vacunas forman parte del esquema regular del Programa Nacional de Inmunización, vigente desde 1962.
La entrega, aunque bienvenida, pone de manifiesto la grave dependencia que enfrenta el sistema de salud cubano, el cual ha dejado de garantizar por sí solo el abastecimiento de medicamentos, insumos médicos y ahora incluso vacunas básicas. Lo que una vez fue presentado como un modelo de referencia internacional, hoy sobrevive gracias a la cooperación extranjera y a la generosidad de aliados políticos.
El caso de esta donación venezolana no es aislado. En los últimos años, el gobierno cubano ha recibido múltiples ayudas humanitarias provenientes de países como México, China, Rusia y organizaciones internacionales. Estas han incluido desde ambulancias, jeringuillas, alimentos y material quirúrgico, hasta leche en polvo para hospitales pediátricos.
Mientras tanto, en los hospitales públicos de la Isla se hace cada vez más común la escasez de antibióticos, anestesia, guantes, gasas e incluso agua potable. Los pacientes deben aportar muchos de sus propios recursos para poder recibir tratamiento, y en no pocos casos, se ven obligados a recurrir al mercado informal o a esperar remesas de familiares en el extranjero.
La situación económica del país, agravada por la ineficiencia del modelo centralizado, la disminución del turismo, la caída de las exportaciones y la falta de reformas estructurales, ha llevado al Estado cubano a depender cada vez más de la asistencia internacional para mantener servicios básicos como la salud pública.
Aunque las autoridades insisten en mostrar estos donativos como expresiones de solidaridad entre pueblos hermanos, la realidad es que Cuba no cuenta actualmente con los recursos necesarios para sostener por sí sola programas fundamentales como el de vacunación infantil.
La entrega de estas 90 000 dosis por parte de Venezuela, otro país con una profunda crisis interna, resulta paradójica y revela el colapso de una estructura estatal que alguna vez se enorgulleció de su autosuficiencia en el ámbito sanitario.
Hoy, la supervivencia de muchos programas esenciales en la Isla depende de donaciones, y el futuro inmediato parece indicar que esta situación se prolongará mientras no se produzcan cambios de fondo en la gestión económica del país.
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