En un inesperado giro dentro de su habitual retórica antiinmigrante, Donald Trump sugirió este jueves que podría frenar la deportación de migrantes indocumentados que trabajan en sectores como la agricultura y la hotelería, pilares esenciales de la economía estadounidense.
Durante una reunión de gabinete, el presidente republicano dijo que estaría dispuesto a hacer excepciones para trabajadores considerados "excelentes" por sus empleadores. “Un granjero vendrá con una carta relativa a cierta gente diciendo que son excelentes, que están trabajando duro. Vamos a frenarnos un poco para ellos, y luego vamos en última instancia a traerlos de vuelta. Saldrán, van a regresar como trabajadores legales”, afirmó.
Trump hizo estas declaraciones después de años impulsando una política de mano dura contra la migración irregular. Sin embargo, el discurso parece haber cambiado ligeramente frente a la presión de los sectores económicos que dependen casi exclusivamente de la mano de obra migrante para mantenerse en funcionamiento.
“Tenemos que cuidar de nuestros granjeros, los hoteles y de varios, varios lugares donde ellos suelen necesitar la gente”, dijo el mandatario, reconociendo así una realidad que su administración pareció ignorar: el sistema agrícola estadounidense colapsaría sin el trabajo de cientos de miles de migrantes, muchos de ellos sin papeles.
Esta postura más flexible no surge por humanidad ni por una revalorización de los derechos de los migrantes, sino por el peso de las necesidades económicas. Sectores como el agroindustrial han solicitado directamente a Trump que exima a sus trabajadores de los planes de deportación masiva, según reveló Reuters en noviembre pasado. El motivo es simple: sin esos trabajadores, millones de toneladas de alimentos no llegarían a las mesas de los hogares estadounidenses.
La contradicción es evidente: por un lado, Trump refuerza su imagen como defensor de fronteras cerradas, pero por otro, admite que la economía del país necesita desesperadamente a los mismos trabajadores que promete expulsar. La solución que propone —expulsar para luego reingresar con visa de trabajo— no solo es poco realista, sino que plantea dudas éticas y logísticas sobre cómo se implementaría ese proceso.
A falta de un plan migratorio integral, Trump parece inclinarse por una solución a la carta, donde los empleadores deciden quién se queda y quién se va, según su conveniencia.
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