En la Cuba de hoy, la represión no solo se viste de uniforme ni actúa en las sombras de la Seguridad del Estado. Tiene perfiles de Facebook, cuentas en Twitter y se esconde tras supuestas labores de “comunicación”.
Así operan las llamadas Ciberclarias, peones digitales del régimen castrista que dedican sus días a vigilar, acosar, difamar y denunciar a todo aquel que alce su voz por una Cuba libre. Dos ejemplos vivos de este engranaje de represión virtual son Henry Omar Pérez y Willy Rivero.
Henry Omar Pérez se autodefine como “comunicador”, pero su verdadera labor es la desinformación. Se presenta con orgullo como miembro activo de la ACRC, la Asociación de Combatientes del régimen, lo cual no es más que una fachada para encubrir su labor como vocero de la dictadura.
En sus redes sociales, Henry intenta justificar lo injustificable: la miseria, la represión, la falta de libertades, la persecución ideológica. Lo hace con la obediencia de quien sabe que su lealtad al régimen le garantiza prebendas, reconocimientos vacíos y diplomitas que sirven más para la propaganda que para el progreso.
Pero Henry no solo opina. También delata. Actúa como un verdadero chivatón digital, recopilando información sobre opositores, exponiéndolos públicamente y apoyando campañas de descrédito contra quienes denuncian los abusos del castrismo. Es, en toda regla, un soldado cibernético de la dictadura, al servicio del títere Díaz-Canel y de la maquinaria de control que impide a Cuba respirar en libertad.
En la foto que muestra La Tijera aparece retratado con el dictador Miguel Díaz Canel.
Por su parte, Willy Rivero, desde la ciudad de Holguín, cumple funciones similares. Aunque el 11 de julio de 2021 —día histórico en que miles de cubanos salieron a las calles a exigir libertad— no tuvo el valor de enfrentarse directamente a los manifestantes, sí se encargó de identificarlos, señalarlos y testificar en su contra. Una forma más cobarde, pero no menos efectiva, de reprimir.
Rivero se pasea impunemente por las calles holguineras, luciendo camisetas del “Guerrero Cubano”, otro engendro digital del castrismo, sin rostro y sin vergüenza, que se dedica a atacar a los opositores y justificar la represión.
Como buen ciberesbirro, Willy se encarga de sembrar odio y miedo, usando las redes sociales como arma para desinformar y reforzar la narrativa oficialista.
Ambos, Henry y Willy, forman parte de una red cada vez más evidente de ciberagentes de la dictadura, cuya misión es controlar el pensamiento, aplastar la disidencia y tapar con insultos, montajes y manipulaciones la verdad que el pueblo cubano vive a diario: hambre, represión, censura y exilio.
En este caso, Willy aparece con Gerardo Hernández Nordelo, uno de cinco espías.
Las Ciberclarias no tienen garras, pero muerden con mentiras. No tienen uniforme, pero hacen el trabajo sucio de los represores. Y aunque se escondan tras pantallas y perfiles falsos, sus rostros están cada vez más expuestos. La verdad, como el pueblo cubano, sigue buscando su libertad.
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