En un acto de sinceridad que deja poco margen a la interpretación, Orlando Cruzata, director del programa televisivo Los Lucas, dejó claro que la televisión cubana no es un espacio para la crítica al sistema político que impera en la Isla desde hace más de seis décadas.
"No vamos a admitir que nadie hable mal de la revolución en la televisión", afirmó Cruzata en una entrevista reciente con el portal oficialista Cubadebate, desnudando sin pudor los límites ideológicos que rigen la política cultural en los medios de comunicación estatales.
Los Lucas, programa que desde 1997 se encarga de promover videoclips musicales en la televisión nacional, ha sido presentado como un espacio “inclusivo” y abierto a todos los géneros. Sin embargo, las declaraciones del propio Cruzata confirman lo que muchos artistas han denunciado durante años: en Cuba, la creación artística solo es bienvenida si responde a los márgenes definidos por el poder.
“Defendemos todo tipo de música, siempre que esté dentro de la política cultural del país”, repitió el realizador, reafirmando que más allá del ritmo o el talento, lo que realmente importa es que el contenido no incomode al régimen.
En otra entrevista concedida al programa Mesa Redonda, Cruzata confesó haber sostenido encuentros con realizadores de géneros urbanos como el reguetón y el reparto, con el objetivo de "moderar" los mensajes de sus canciones y adecuarlos a los estándares que impone el Estado. Las palabras claves aquí son control, vigilancia y alineación ideológica.
La historia de Los Lucas no está exenta de polémicas. En 2014, por ejemplo, el programa generó un escándalo al omitir el videoclip del éxito internacional Bailando, de Gente de Zona y Enrique Iglesias, premiando en su lugar a una canción del grupo oficialista Buena Fe. Ese mismo año, se censuró un videoclip que unía a Juan Formell con los raperos contestatarios Silvito “El Libre” y Escuadrón Patriota, excluyéndolo del “Lucasnómetro”, una lista de popularidad manipulada según conveniencia política.
La carta abierta que entonces publicó el cineasta Ian Padrón en redes sociales fue un intento por denunciar esta censura sistemática, que sigue vigente a día de hoy. Los artistas disidentes o independientes, aquellos que no se alinean con el discurso oficial, saben que no tienen espacio en los canales de difusión más amplios del país.
Cruzata defiende este modelo con naturalidad, como si la censura no fuera una negación del arte sino una virtud revolucionaria. La frase “no se puede hablar mal de la revolución” resume la esencia de un sistema donde la creatividad está condicionada a la lealtad ideológica.
En lugar de promover un espacio donde florezca la expresión libre, Los Lucas y su director actúan como guardianes de una cultura domesticada. Mientras tanto, muchos de los artistas más auténticos de Cuba han tenido que emigrar o difundir sus obras por vías alternativas, lejos del alcance de la censura estatal.
Porque en la televisión cubana, como ha quedado claro, la revolución no se toca.
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