En una nueva escena que retrata la dependencia extrema de Cuba frente a gobiernos aliados, este sábado el régimen recibió un donativo de 10 mil toneladas de arroz enviado por el Partido, el Estado y el pueblo de Vietnam. La entrega se concretó en la Terminal de Contenedores del Mariel, en cumplimiento de los acuerdos firmados durante la visita a la isla del secretario general del Partido Comunista de Vietnam, To Lam, en septiembre de 2024.
Además de las 10 mil toneladas, se anunció una nueva donación de 1,500 toneladas adicionales, esta vez a nombre del viceprimer ministro vietnamita, Ho Duc Phoc. Todo este cargamento llega en momentos en que la escasez de alimentos es parte del día a día en Cuba y el gobierno, sin un plan económico viable, depende cada vez más de la caridad internacional.
Le Tan Can, viceministro de Finanzas de Vietnam, presidió la ceremonia junto a autoridades cubanas. En su discurso repitió frases de solidaridad y hermandad histórica entre ambos países, sin mencionar que la isla atraviesa una de las peores crisis económicas de su historia reciente, provocada por la ineficiencia estructural del propio sistema.
“Vietnam siempre estará junto a Cuba”, dijo Le Tan Can, como si se tratara de un compromiso eterno con un socio que no ha logrado autosustentarse en más de seis décadas de ensayo económico fallido. Mientras tanto, la viceministra cubana de Comercio Interior, Aracelys Cardoso Hernández, celebró el donativo como símbolo de la “hermandad inquebrantable” entre ambas naciones, sin ofrecer una explicación clara de por qué el país sigue dependiendo de ayuda para alimentar a su población.
La ceremonia, cuidadosamente organizada para la prensa oficialista, concluyó con la visita al muelle de Mariel, donde los funcionarios observaron los contenedores con el arroz que, según se informó, será distribuido por la red de comercio interior.
Este nuevo acto de beneficencia extranjera no es un hecho aislado. En lo que va de año, se han registrado múltiples entregas de ayuda humanitaria desde diversos países, lo cual evidencia no solo el fracaso económico del modelo cubano, sino también el creciente descontento popular. Las largas colas, el desabastecimiento y los apagones han empujado a los ciudadanos a expresarse mediante protestas, migraciones masivas y, en algunos casos, hasta acciones de desesperación.
Cuba no exporta arroz, no produce lo suficiente y no tiene una estrategia clara de autosuficiencia alimentaria. Lo que sí produce en abundancia son discursos vacíos y ceremonias simbólicas para encubrir su cruda realidad: un país paralizado, que sobrevive de donaciones mientras el aparato estatal insiste en controlar hasta el último grano de arroz que recibe.
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