El mercado negro de divisas es un dolor de cabezas para el régimen. El gobierno odia todo lo que no puede controlar. Para el ordenamiento económico la oferta y la demanda sin intervención estatal echa por tierra la estrategia de nivelación de la capacidad adquisitiva de los nuevos salarios.
Como es costumbre, la dictadura no negocia ni crea mecanismos favorables a la población. Acabar con la gestión privada con precios topados y control permanente es vital, “también es importante, en todo este proceso, el enfrentamiento a los vendedores ilegales de divisas”, admitió Diaz Canel.
El mercado negro de dólares es el único espacio de adquisión de la divisa. El régimen necesita de la compra de sus productos en las tiendas en MLC, han llegado al punto de ofertar tractores con tal que el pago sea en la moneda norteamericana. Diaz-Canel está entre la espada y la pared, y no le queda más remedio que reconocer: “Este es un proceso político, y es uno de los procesos políticos y económico-financieros de mayor amplitud y envergadura que ha asumido la Revolución”.
Díaz-Canel tiene más eslóganes que soluciones, apenas alcanzó a decir: “lo que necesitamos es echar la pelea para dar la respuesta a la altura de lo que necesitan el país y la Revolución”. Una idea vacía para un momento en que la inflación es indetenible.
Las regulaciones estatales, la persecución del canje de monedas sólo acelerará lo inevitable. Los cubanos temen volver a ver el dólar a 120 o 150 pesos, como en los años 90. El camino para que ese escenario se repita queda abierto con el inicio de esta cruzada gubernamental contra el mercado de divisas.
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