"¡Se me muere Damir, se me muɛre. Ayuda por favor, ayuda! Aquí no pueden hacer más por él; están tratando los síntomas que van apareciendo, solo eso. La causa de tanto deterioro no la saben, no tienen cómo. Ayuda, por favor, ayuda. Damir necesita salir de Cuba".
Estas palabras desesperadas de Eliannis Ramírez, madre de Damir, son un grito desgarrador que atraviesa cualquier frontera del dolor y la impotencia. Una madre que clama por la vida de su hijo porque las instituciones que deberían asistirlo han fallado. Damir, un niño cuyo rostro ahora conocemos a través una imagen que su madre decidió hacer pública, encarna una tragedia que expone el fracaso del sistema para proteger lo más valioso: la vida.
Cuando este niño muera —si la ayuda no llega a tiempo— ninguno de los funcionarios que negaron o dificultaron los ruegos de esta madre encontrará culpa en el fondo de su corazón. Es seguro que ni siquiera la buscarán. Ellos, que deberían haber servido a Damir y a su madre, pasarán página con la ligereza de quien nunca sintió responsabilidad.
Cuando la historia indague qué abonó nuestro desprecio, hallará en la vileza y mezquindad de los actos de estos funcionarios una de sus razones más evidentes. ¿Cómo se puede permitir que un niño agonice porque no existen recursos o voluntades para salvarlo? ¿Cómo se puede ser indiferente ante el clamor de una madre que ha traspasado territorios del dolor, la impotencia y el amor, territorios que apenas podemos sospechar que existen?
No escribo mucho sobre estas cuestiones. Quizás porque están entre nosotros como recordatorio de la fragilidad de la vida y de la delicadeza de nuestro éxito e indiferencia. Sin embargo, registrar este hecho es imprescindible. La imagen de Damir, expuesta en la red como un último intento de salvarlo, es también la imagen de un país que ha fallado.
El desprecio, lo sabemos, sobrevive a todo. Sobrevive incluso al recuerdo de la felicidad. Pero esta historia no debería ser olvidada. Que Damir viva debería ser un compromiso colectivo. Que no muera esperando una ayuda que nunca llegó debería ser el objetivo.
Tomado del perfil del Doctor en Ciencias Jurídicas René Fidel González García.
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