La Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (ETECSA), el único proveedor de servicios de telefonía e internet en la Isla, vuelve a justificar su ineficiencia con el mismo guion de siempre: sabotajes, antenas ilegales y falta de financiamiento. En un reciente reportaje ofrecido por funcionarios al medio estatal Cubavisión Internacional, la empresa culpó a factores externos por las constantes interrupciones, la lentitud del servicio y la inestabilidad que millones de cubanos sufren a diario. Sin embargo, lo que no menciona ETECSA es lo más evidente: el fracaso de su modelo monopólico y su verdadera función dentro del sistema de control estatal.
Según el Director Adjunto de la Vicepresidencia de Operaciones de la Red de ETECSA, Kevin Castro Rodríguez, el deterioro de los servicios se debe en parte a la imposibilidad de continuar con su “marco inversionista” desde 2022, debido a la caída en los ingresos en divisas. Sin embargo, esta explicación resulta poco creíble. ETECSA cobra sus servicios a precios exorbitantes, tanto en moneda nacional como en divisas, especialmente en un país donde los salarios en pesos no alcanzan ni para cubrir lo básico. ¿A dónde va todo ese dinero?
La respuesta que muchos cubanos conocen, aunque las autoridades eviten decirlo, es que una parte considerable de esos ingresos no se reinvierte en infraestructura ni en mejorar la conectividad, sino que alimenta a los órganos represivos del Estado. Las comunicaciones no son vistas por el régimen como un servicio, sino como una herramienta de vigilancia y control ciudadano. De ahí la negativa sistemática a permitir la competencia en el sector, a pesar de que romper el monopolio de ETECSA sería la forma más rápida y efectiva de mejorar los servicios.
En lugar de asumir responsabilidades, la empresa insiste en culpar a factores como las antenas ilegales, que según ellos interfieren con la red celular. También mencionan actos vandálicos como la quema de postes o el robo de baterías, atribuyéndolos incluso a motivaciones “contrarrevolucionarias”, en un intento burdo de politizar el descontento legítimo de la ciudadanía. Lo que ETECSA describe como “actos delictivos intencionados” bien podrían ser reflejo de una desesperación creciente en una sociedad cada vez más desconectada y vigilada.
El discurso oficial resalta que solo en La Habana, durante el primer trimestre de 2025, se registraron 10 incidentes graves de daños a infraestructuras. Pero el verdadero daño lo comete ETECSA contra el pueblo cubano cada día, al ofrecer un servicio deficiente, caro y sometido a vigilancia. Millones de cubanos dependen de la conectividad para estudiar, trabajar, comunicarse con familiares en el exterior o incluso sobrevivir económicamente gracias a pequeños negocios. Pero la empresa estatal parece más preocupada por reforzar la coordinación con el Ministerio del Interior que por atender a sus clientes.
La única solución real para mejorar las comunicaciones en Cuba pasa por desmontar el monopolio y permitir la libre competencia. Pero eso implicaría perder el control absoluto que el régimen ejerce sobre el flujo de información, algo que no están dispuestos a permitir. Mientras tanto, seguirán culpando al “enemigo externo”, a los “elementos antisociales” y a las “limitaciones económicas”, sin reconocer que la raíz del problema está en el sistema mismo.
Hasta que no se rompa el monopolio de ETECSA y se respete el derecho de los ciudadanos a una comunicación libre, segura y de calidad, las excusas seguirán llegando… y el servicio seguirá fallando.
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