El gobernante cubano Miguel Díaz-Canel volvió a responsabilizar al gobierno de Estados Unidos por la grave crisis que vive Cuba, asegurando que la isla es “un país en guerra”, no con bombas ni tanques, sino con sanciones económicas. Sus declaraciones se produjeron durante el cierre del pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), el único partido legal en el país.
“Cuba vive y resiste hace más de 60 años bajo condiciones de guerra. Todos los días caen a nuestro alrededor las bombas de la guerra económica”, afirmó Díaz-Canel, aludiendo al más reciente Memorando Presidencial de Seguridad Nacional anunciado por Washington.
El mandatario acusó a EE.UU. de promover un estallido social para este verano y denunció intentos de “subvertir, confundir y desorientar” al pueblo cubano. Sin embargo, una lectura crítica de la situación muestra que los verdaderos enemigos del pueblo cubano no están en Washington, sino en La Habana.
Desde hace décadas, el régimen insiste en culpar al “bloqueo” de todos los males que aquejan al país, cuando en realidad el fracaso proviene de un modelo económico estatista, autoritario e ineficaz, en el que el Estado pretende controlarlo todo, pero no garantiza ni electricidad, ni alimentos, ni medicinas, y mucho menos prosperidad.
La única estructura que sigue funcionando con precisión suiza en Cuba es el aparato represivo del Estado: policía política, vigilancia digital, patrullas, detenciones arbitrarias y campañas de difamación contra todo aquel que disienta, incluyendo artistas, periodistas, activistas y ciudadanos comunes.
Díaz-Canel hizo un llamado a “defender la unidad”, argumentando que “la existencia misma de la Revolución depende de ella”, en una retórica que repite la lógica de resistencia eterna, mientras el país colapsa en cámara lenta.
En su discurso, el líder cubano también mencionó la necesidad de elevar la producción de bienes y servicios, liberar a las empresas de trabas burocráticas y aumentar el ingreso de divisas. Palabras huecas cuando se considera que el propio Estado es quien impide el desarrollo del sector privado, mantiene una burocracia asfixiante y reprime cualquier intento de autonomía económica.
La realidad es que Cuba atraviesa una de sus peores crisis en décadas, con una inflación aún en doble dígito, apagones diarios, desabastecimiento de productos básicos y una dolarización parcial que ha dejado a la mayoría sin acceso a servicios esenciales.
A pesar de que el régimen lanzó un plan de “ajustes” desde 2024, el resultado ha sido el incremento del malestar social. El gobierno ni siquiera ha publicado los datos del PIB de 2024, aunque ya reconoció que la economía volvió a contraerse.
Durante el pleno del PCC —celebrado a puerta cerrada, como de costumbre— se anunció el noveno Congreso del partido para abril de 2026. Mientras tanto, millones de cubanos sobreviven en la incertidumbre, atrapados en un sistema que no cede, no escucha y no soluciona, pero que sí reprime sin descanso.
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