El número de inmigrantes haitianos que huyen de Estados Unidos hacia Canadá va en aumento, pero muchos terminan enfrentando el mismo destino: la deportación o el rechazo. Entre el 1 y el 15 de abril, más de 1,400 haitianos intentaron ingresar a Canadá con solicitudes de asilo, pero fueron rechazados por las autoridades fronterizas del país norteño.
El movimiento migratorio no es nuevo, pero se ha intensificado desde que Donald Trump volvió al poder. Las promesas de mano dura en materia migratoria y la reciente eliminación del Estatus de Protección Temporal (TPS) para miles de inmigrantes de Haití, Cuba, Nicaragua y Venezuela ha generado miedo y ha empujado a muchos a buscar alternativas fuera del país.
La Agencia de Servicios Fronterizos de Canadá (CBSA, por sus siglas en inglés) informó que en marzo también se recibieron más de 1,350 peticiones de asilo, lo que indica una tendencia creciente. Sin embargo, lejos de mostrar apertura, el gobierno canadiense ha endurecido su postura.
“Debemos ser compasivos, pero también responsables. Canadá no puede absorber a todos los que buscan refugio”, declaró recientemente el primer ministro canadiense Mark Joseph Carney.
La situación ha llevado a que más de 1,100 personas hayan sido devueltas a Estados Unidos tras ver rechazada su solicitud de ingreso. Según la CBSA, este ha sido el número más alto de deportaciones en los últimos diez años.
Uno de los principales obstáculos que enfrentan los solicitantes de asilo es el Acuerdo de Tercer País Seguro entre Estados Unidos y Canadá. Este pacto impide que personas que ya buscaron protección en uno de los dos países puedan pedirla en el otro, salvo contadas excepciones. La más relevante es tener un familiar directo en Canadá con residencia o ciudadanía.
Durante el primer mandato de Trump, Canadá acogió a miles de personas expulsadas de Estados Unidos, pero el contexto actual es distinto. La economía canadiense enfrenta tensiones y el gobierno ha optado por una política más restrictiva en materia migratoria.
Para los haitianos atrapados entre dos fronteras, la esperanza de hallar un lugar seguro donde rehacer sus vidas se desvanece. Muchos de ellos llevan años viviendo en Estados Unidos, pero el miedo a la deportación los ha llevado a emprender un nuevo viaje, esta vez hacia un destino que también les da la espalda.
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