Tres hombres fueron arrestados en la ciudad de Cárdenas, Matanzas, tras ser sorprendidos mientras extraían combustible del grupo electrógeno del Hospital General Docente "Julio Manuel Aristegui Villamil", una instalación clave para la atención médica en la región.
Los detenidos fueron identificados por fuentes oficiales como Amado Marquetty Couret, Manuel de Jesús Céspedes Cabrera y Ernesto Vladimir Sotolongo Martínez, este último con antecedentes por robo y lesiones.
Fueron capturados en flagrante delito, portando tanques y una manguera con la que intentaban sustraer el carburante, un recurso esencial para mantener funcionando áreas críticas del hospital, especialmente en un contexto de apagones constantes.
La información fue divulgada por la página “Con Todos La Victoria”, asociada al Ministerio del Interior, en un contexto de creciente vigilancia estatal sobre delitos económicos. Sin embargo, más allá del acto delictivo, este caso pone en evidencia las profundas fisuras de un sistema incapaz de garantizar servicios básicos y de prevenir el desvío sistemático de recursos.
La escasez de combustible ha convertido este bien en una moneda paralela, alimentando un mercado negro que se extiende desde instalaciones estatales hasta sectores estratégicos. Lo que el gobierno cataloga como “actos de sabotaje” o “corrupción” no son más que síntomas de un entramado que se sostiene, cada vez más, sobre el colapso funcional y la desesperación ciudadana.
Este no es un hecho aislado. En abril, un operador del propio Ministerio del Interior en Ciego de Ávila fue condenado por sabotaje al adulterar el combustible de un generador clave para las comunicaciones.
En marzo, dos trabajadores de la Refinería "Ñico López" en La Habana, fueron procesados tras un derrame de más de 280,000 litros de gasolina debido a graves irregularidades operativas.
La respuesta oficial sigue centrada en el castigo ejemplarizante y en la criminalización de los responsables inmediatos. Mientras tanto, el origen del problema —un sistema corroído por la ineficiencia, la falta de transparencia y la precariedad generalizada— permanece intacto.
Expertos advierten que sin reformas estructurales profundas, la represión selectiva no detendrá el auge de delitos relacionados con el combustible, que hoy es más que un recurso energético: es el símbolo de una crisis que trasciende lo material y que alimenta una peligrosa espiral de informalidad, frustración y desconfianza hacia las instituciones.
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