La familia Castro sigue atrayendo la atención, de una u otra forma. El excéntrico nieto de Fidel, el "vampiro" Sandro Castro parece ser el principal promotor de la cerveza Cristal: "Esa medicina no puede faltar": es su frase al referirse a la bebida que regala en su bar EFE de La Habana.
La indiferencia de Sandro ante la vida de su pueblo genera una nueva ola de indignación entre los cubanos. Mientras la Isla enfrenta una de las peores crisis sanitarias y económicas de su historia, el heredero de la cúpula revolucionaria se burla de la realidad con publicaciones ostentosas y comentarios que rozan el desprecio por el sufrimiento popular.
En sus redes sociales, Sandro presume de regalar cerveza Cristal —producto casi inaccesible para la mayoría— como si fuera un bien esencial. “Esa medicina no puede faltar”, escribió, trivializando una situación crítica: en Cuba, más del 70% de los medicamentos básicos están en falta y miles de personas hacen largas filas cada día con la esperanza de conseguir tratamientos esenciales.
Mientras la población soporta apagones de hasta 20 horas, inflación desbordada y desabastecimiento de alimentos y medicinas, Sandro continúa exhibiendo un estilo de vida provocador, que contrasta de forma hiriente con la realidad nacional.
En diciembre pasado, celebró su cumpleaños con una fiesta privada que costaba mil pesos cubanos la entrada y un consumo mínimo de 15 mil pesos, cifras impensables para el ciudadano promedio.
Sus declaraciones también han encendido las redes sociales, especialmente cuando se burla de la supuesta igualdad promovida por su abuelo: “Yo creía que éramos igualdad, pero somos desigualdad”, dijo en tono sarcástico.
Para muchos, sus palabras no solo evidencian su desconexión con el país, sino que reafirman el sentimiento de que la élite gobernante vive en una burbuja de privilegios, ajena por completo al dolor del pueblo.
En medio de una grave escasez de medicamentos, el acceso a tratamientos depende cada vez más del mercado negro, donde los precios son prohibitivos. La falta de sensibilidad de Sandro Castro no es solo una muestra de frivolidad: ¡es una afrenta directa a millones de cubanos que cada día luchan por sobrevivir!
Su comportamiento, lejos de ser anecdótico, refleja el abismo entre los discursos de igualdad y la cruda realidad de una nación fracturada.
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