Stephanie, una niña de apenas siete años nacida con una malformación congénita que le impide oír con normalidad, ya tiene un hogar digno junto a su abuela Mireiba, gracias a una campaña solidaria encabezada por Verona Bonce y el escritor Guillermo Rodríguez, natural de Ciego de Ávila y actualmente residente en México.
La menor, que cursa el segundo grado en la escuela "Venezuela Libre", había sido abandonada meses atrás por su madre. Desde entonces quedó al cuidado de su abuela, Mireiba, de 52 años.
Sin embargo, su situación se volvió crítica cuando su vivienda colapsó, dejándolas completamente a la intemperie.
Durante meses, ambas vivieron en condiciones infrahumanas en el barrio Van Van. Sin electrodomésticos, con apenas una muda de ropa, durmiendo bajo plásticos y cartones, sobrevivían gracias a la ayuda de los vecinos.
En medio de la precariedad, compartían los aguacates del árbol del patio como único bien intercambiable. Las autoridades locales solo respondieron con la entrega de unos pocos troncos inservibles.
La historia fue dada a conocer a través de un post en redes sociales, que captó la atención de cientos de personas dentro y fuera del país.
La iniciativa, coordinada por Verona y Guillermo, logró reunir fondos y donaciones para cambiar la realidad de esta familia.
El coste de la nueva vivienda ascendió a 500 mil pesos moneda nacional. Además, se recibieron valiosas donaciones: un refrigerador por parte de Einstein Van Gough, un televisor regalado por una pareja que prefirió mantenerse en el anonimato, así como una olla arrocera y una batidora entregadas por Anabel Lestayo. Verona Bonce también donó una olla frijolera.
El mobiliario fue complementado con un juego de comedor entregado por Noche-cubana y un escaparate adquirido con parte del dinero recaudado.
Se cubrieron los gastos de transporte para seis viajes entre Ciego de Ávila y el municipio Venezuela, por un valor de 21 mil pesos, y se recibieron 180 libras de ropa, zapatos y juguetes donados por personas solidarias de Ciego de Ávila y Camagüey.
La pintura de la casa también fue provista, valorada en 9 mil pesos.
El esfuerzo colectivo fue posible gracias a quienes compartieron la historia, donaron, y ayudaron a visibilizar la urgencia del caso. En los próximos días, Mireiba y su nieta pintarán, ordenarán y decorarán su nuevo hogar, donde por fin podrán vivir con dignidad.
Este logro marca un ejemplo de cómo la empatía, la organización y el compromiso ciudadano pueden transformar realidades, incluso en los contextos más adversos.
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