El uso de la leña como fuente primaria de energía en los hogares cubanos se ha convertido en un símbolo dramático del deterioro social y ambiental que sufre la Isla. A medida que los apagones superan las 12 y hasta 30 horas consecutivas, cada vez más ciudadanos recurren a medios rudimentarios como fogones de leña, carbón o incluso quema de plásticos y muebles rotos para poder cocinar.
Esta práctica, denunciada por la organización independiente Food Monitor Program (FMP), no solo pone en riesgo la salud de millones de personas, sino que también está acelerando de forma crítica la deforestación en el país.
La tala descontrolada de árboles, tanto en zonas rurales como urbanas, ha dejado un impacto visible: disminución de la cobertura boscosa, erosión de suelos y una creciente vulnerabilidad ante huracanes, sequías e inundaciones.
“Cuba podría seguir el mismo camino que Haití si no se detiene la pérdida de sus bosques”, advirtió FMP, al comparar el actual escenario con el colapso ecológico haitiano.
A esto se suma la desigualdad territorial: mientras en La Habana los apagones son algo más manejables, provincias del oriente del país viven casi exclusivamente de la leña, sin acceso ni a gas licuado ni a fuentes eléctricas estables.
“La crisis energética en Cuba no es solo un asunto técnico, sino una emergencia social, ambiental y sanitaria que compromete la vida cotidiana de más de nueve millones de personas”, afirmó FMP.
La precariedad es tan severa que incluso en círculos infantiles se ha tenido que cocinar con leña, improvisando fogones insalubres para poder alimentar a los niños. Muchas familias, sin otra opción, cocinan en la calle, a la intemperie, con materiales no aptos que generan humos tóxicos y enfermedades respiratorias.
Las consecuencias son alarmantes: aumento de enfermedades, reducción drástica del número de comidas diarias y un deterioro general de la calidad de vida. Food Monitor Program subraya que el origen del problema está en la falta de modernización de la infraestructura eléctrica, el abandono de las energías renovables y la persistente dependencia de combustibles fósiles importados.
Esta crisis estructural, que no muestra señales de mejora, ha dejado al pueblo cubano en una situación de vulnerabilidad extrema, donde la leña, símbolo de atraso y pobreza, se ha convertido en la única esperanza de cocinar un plato caliente.
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