En medio de una profunda crisis económica y social, Cuba enfrenta una grave escasez de anticonceptivos, especialmente condones, lo que ha provocado un aumento alarmante de embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual y abortos realizados de forma clandestina y peligrosa.
A pesar de los aportes internacionales y donaciones periódicas, la falta de preservativos en farmacias se ha vuelto un problema recurrente. En su lugar, muchos cubanos recurren al mercado negro, incluyendo sitios como Revolico o redes sociales como Facebook, donde los precios de estos productos son prohibitivos en un país donde el salario mínimo no supera los seis euros al mes.
El éxodo masivo de más de un millón de personas desde la crisis social de 2021, en su mayoría jóvenes, no ha aliviado la demanda de anticonceptivos. Al contrario, ha contribuido al debilitamiento de la red pública de salud sexual. Según el medio estatal Periódico 26, mujeres jóvenes están recurriendo a métodos tradicionales peligrosos, como brebajes caseros y prácticas físicas extremas para inducir abortos, con graves consecuencias para su salud.
En un inusual gesto de sinceridad mediática dentro del oficialismo, el reportaje “De brebajes y abortivos, los rastros del dolor” recogió testimonios desgarradores. Uno de ellos relata cómo una adolescente fue inducida a abortar por una tía usando una mezcla de hierbas, aspirinas trituradas y cerveza caliente, seguida de instrucciones para lanzarse repetidamente desde una mesa. Este tipo de remedios, heredados oralmente y sin base médica segura, han provocado emergencias ginecológicas graves.
Paradójicamente, Cuba fue pionera en América Latina en legalizar el aborto, permitiéndolo hasta la semana 12 de gestación. Durante décadas, las interrupciones del embarazo estuvieron tan normalizadas que llegaron a considerarse una forma común de planificación familiar. Entre 1980 y 2020, el Ministerio de Salud Pública registró más de 3.9 millones de abortos. Casi el 40% de los embarazos terminaban en interrupciones voluntarias.
Sin embargo, hoy la situación es muy distinta. La falta de recursos médicos y de medicamentos como el Misoprostol ha dificultado el acceso seguro al aborto. “Muchas veces las pacientes llegan tras días de sangrado, con infecciones graves como endometritis, y terminan sometidas a intervenciones como histerotomías”, explicó la doctora Maritza Páez, subdirectora de Ginecobstetricia en un hospital de Las Tunas. “¿Puede imaginar una niña de 12 años sin útero ni ovarios?”, se pregunta.
A esta crisis se suma el deterioro de la educación sexual en las escuelas, que según activistas feministas, lleva años en declive. Yanelys Núñez, del Movimiento San Isidro, afirma que el acceso a condones, test de embarazo o anticonceptivos orales es casi inexistente. Tampoco existe la píldora del día después. “Estamos ante una privatización encubierta de la atención médica. Solo quien tiene dinero puede acceder a servicios como el aborto o comprar anticonceptivos en el mercado informal”, denunció.
La situación también ha sido señalada por médicos cubanos en el exilio. Una pediatra radicada en Europa recordó que cuando visita la isla, sus familiares jóvenes no le piden medicinas, sino condones. “Ni siquiera pueden tener relaciones con tranquilidad”, lamenta.
Mientras el gobierno mantiene un discurso triunfalista sobre el sistema de salud, la realidad cotidiana revela una emergencia sanitaria silenciosa que afecta especialmente a las mujeres, expuestas a riesgos innecesarios por la falta de acceso a algo tan básico como la prevención.
(Con información de El Mundo)
Jugador del Chelsea revela tensión con Trump en premiación: “No se quería ir del podio”
Hace 9 horas
“Hay que contar esta verdad al mundo”: Lilo Vilaplana prepara una película sobre las UMAP
Hace 1 día
Rute Cardoso rompe el silencio con emotivo mensaje a un mes de la muerte de Diogo Jota
Hace 10 horas