Yumilia Casadevall, médica cubana del Hospital Pediátrico "William Soler", comparte un testimonio desgarrador sobre su vida en un edificio en ruinas en el Cerro, La Habana. Sus palabras muestran la desesperación de miles de familias que, entre grietas, filtraciones de agua y techos que amenazan con desplomarse, no tienen a dónde ir.
“Después de cada lluvia, el agua corre por todas las paredes. Es imposible vivir así”, dice Yumilia en un video que se volvió viral, donde se ve claramente la precariedad del inmueble. La doctora señala que, aunque los presupuestos para reparaciones y demolición han sido aprobados varias veces, nada se ha ejecutado. La burocracia, la negligencia y la corrupción impiden que la ayuda llegue a quienes más la necesitan.
El estado de su vivienda es sólo un ejemplo: muchos edificios en La Habana están deteriorados y la población no tiene alternativas. “No tengo para dónde ir, ni dinero para mudarme. Mi salario apenas alcanza para comer”, denuncia Yumilia, evidenciando cómo los trabajadores cubanos viven al límite, atrapados entre la inseguridad de su hogar y la falta de recursos.
El abandono del gobierno local se combina con apagones constantes y equipos domésticos rotos, sumando otra capa de frustración a la vida cotidiana. Los ciudadanos deben enfrentarse a la falta de electricidad, a filtraciones que arruinan sus pertenencias y a la amenaza real de colapsos estructurales sin recibir ninguna solución concreta.
A pesar de las denuncias públicas y las promesas oficiales, la realidad no cambia. Las autoridades locales responden con excusas, ausencia y, en algunos casos, con acoso hacia quienes exigen sus derechos, como le ha sucedido a Yumilia. Su caso se ha convertido en un símbolo de la lucha silenciosa de muchos cubanos que sobreviven en condiciones extremas.
La historia de esta doctora no es un caso aislado; es un reflejo de una crisis habitacional crónica que golpea a la población más trabajadora y vulnerable de la Isla. Familias con niños y ancianos permanecen atrapadas en edificios a punto de colapsar, sin ninguna garantía de seguridad, mientras los presupuestos y la ayuda prometida parecen desvanecerse en manos de la burocracia estatal.
La denuncia de Yumilia se viralizó como un llamado urgente de auxilio: no es solo un problema de vivienda, sino de vida y dignidad.
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