La periodista oficialista Yirmara Torres Hernández publicó en Facebook un testimonio que ha sacudido a Matanzas: en la provincia hay muertes asociadas a chikungunya, pese a que las autoridades insisten en que “no hay fallecidos”. Su relato llega tras días de rumores sobre brotes de arbovirosis y hospitales desbordados.
Torres contó el caso de una vecina del hijo —una mujer mayor— que murió tras contagiarse de chikungunya mientras enfrentaba otras patologías. La publicación desató una cascada de mensajes y comentarios con experiencias similares. Entre ellos, el de una exprofesora universitaria que le confió que el esposo de su abuela falleció en el hospital Faustino Pérez apenas un día después de ingresar con síntomas.
No es la primera alerta de la reportera: días atrás había descrito su propio cuadro de chikungunya y advertido del deterioro epidemiológico. Esta vez, su testimonio llegó con nombres y rostros, y con la frase que resume la magnitud del dolor: “Varias personas me escribieron por interno para contarme de sus muertos”.
La periodista retrata, además, un contexto de precariedad que favorece la expansión de vectores: falta de agua, basura acumulada, apagones, ausencia de medicamentos y escasas acciones antivectoriales. En sus palabras: “Vivimos en un estrés constante, mal alimentados, inmunodeprimidos… Las noches son de los mosquitos, las ratas y las cucarachas”.
El post incluye un dardo a la retórica oficial de que “todo está bajo control”, una consigna que contrasta con improvisaciones hospitalarias y la minimización del brote reportadas por vecinos y médicos. La publicación se ha convertido en un punto de inflexión precisamente por venir “de adentro”, desde una voz que suele alinearse con la línea editorial del Estado.
En medio de la censura y la desinformación, el cierre de Torres funciona como llamado a la responsabilidad: “Eso lo saben muchas familias, lo saben los médicos, lo saben los políticos que aún no han perdido su humanidad.” Mientras tanto, los matanceros lidian con la fiebre, los mosquitos y el miedo, pero con algo más de verdad gracias a testimonios como este.
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