El exvicepresidente del Gobierno de España y fundador de Podemos, Pablo Iglesias, volvió a generar controversia tras afirmar que, si el comunismo llegara a caer en Cuba, el país caribeño terminaría convertido en “una democracia como Haití”, marcada por “hambre, violencia, analfabetismo y ausencia absoluta de servicios”.
La declaración, difundida en su cuenta de X (antes Twitter), provocó una oleada de críticas por su tono ofensivo y por el profundo desconocimiento de la realidad cubana.
El comentario surgió en medio de un intercambio acalorado entre Iglesias y el activista cubano Magdiel Jorge Castro, quien cuestionó duramente las afirmaciones del político español sobre la oposición venezolana, en particular sobre María Corina Machado, recientemente galardonada con el Premio Nobel de la Paz.
Según Iglesias, la oposición latinoamericana, bajo tutela de Estados Unidos, representa un riesgo de caos similar al haitiano, una visión que muchos consideran simplista y neocolonialista.
Expertos y ciudadanos coincidieron en que la comparación es ideológicamente perversa. Se trata de un falso dilema: presentar solo dos escenarios posibles, dictadura o colapso absoluto, cuando la historia demuestra que existen múltiples caminos para la transición democrática. Cuba, a diferencia de Haití, cuenta con un alto capital humano, infraestructura recuperable y una diáspora organizada que podría aportar recursos, inversión y liderazgo para un cambio ordenado.
Reducir su futuro a un “destino Haití” niega la capacidad de los cubanos para construir instituciones sólidas, democracia y desarrollo económico.
La polémica también pone en evidencia un patrón recurrente en ciertos sectores de la izquierda europea: justificar regímenes represivos bajo el argumento de que cualquier alternativa democrática conduciría inevitablemente al desastre. Iglesias, desde la comodidad de una democracia plena en España, reproduce el mismo tipo de narrativa que el régimen cubano ha utilizado durante décadas para infundir miedo y deslegitimar a sus opositores.
La realidad es clara: Cuba tiene potencial para un futuro libre y próspero. Comparaciones simplistas con Haití no solo son históricamente erróneas, sino que desprecian la capacidad del pueblo cubano de organizar su destino. Lo que países como República Checa, Chile, Estonia o España lograron tras períodos de dictadura demuestra que la transición ordenada, con respeto a derechos y libertades, es posible.
El debate desatado por Iglesias refleja la desconexión entre quienes analizan la política desde la comodidad europea y quienes viven las consecuencias de un sistema autoritario. Cuba no será Haití; será el país que los cubanos decidan construir, con libertad, justicia y democracia.
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