En el municipio de Sagua de Tánamo, provincia de Holguín, una madre cubana llamada Lukenia Consuegra compartió en redes sociales un desgarrador testimonio que retrata con crudeza la desesperación de miles de familias en la isla. En el grupo de Facebook Últimas Noticias de Sagua de Tánamo, su mensaje se convirtió en un clamor de angustia y tristeza, un reflejo del abandono estatal, la miseria cotidiana y la indiferencia de un gobierno incapaz de garantizar lo más básico.
“Hoy me siento triste, tengo el alma rota”, comienza diciendo Lukenia. Madre de dos niños pequeños, vive sola con ellos en un municipio que lleva más de un mes sin agua, porque la bomba hidráulica principal “anda por La Habana”. Cada día debe cargar pomos desde lejos para poder sobrevivir. Pero su sufrimiento no termina ahí: sus hijos y ella se enfermaron recientemente de dengue y no tienen acceso a medicamentos ni dinero para comprar alimentos.
“No tengo agua, sin comida, sin medicamentos, sin corriente. Las noches oscuras, echándoles aire con un cartón a mis hijos”, escribió, describiendo una escena que duele por su humanidad y por la impotencia que genera. Su ventilador se quemó hace meses, y cuando llega la electricidad por unas pocas horas en la noche, ya no tiene cómo aliviar el calor ni los mosquitos que invaden su hogar.
Su testimonio desnuda una realidad que no es aislada, sino compartida por miles de madres cubanas que luchan solas contra la pobreza, el hambre y la desesperanza. “Mis hijos no tienen infancia feliz, no toman leche, se van a dormir con hambre”, lamenta Lukenia. Sus palabras no solo expresan la tristeza de una madre, sino la denuncia de un sistema que ha condenado a su pueblo a sobrevivir entre el abandono y la carencia.
Mientras el gobierno cubano se jacta de sus discursos sobre justicia social, la realidad en los hogares es otra: falta el agua, la electricidad, los alimentos y los medicamentos, pero sobran los controles, los privilegios y los lujos para una élite que vive rodeada de todo lo que prohíbe o niega a los demás. En contraste con el hambre del pueblo, los dirigentes viven con la abundancia que le niegan a los cubanos de a pie, viajando, recibiendo tratamientos médicos especiales y celebrando actos políticos donde todo parece abundar menos la verdad.
El mensaje de Lukenia es una denuncia desde el corazón, una súplica por humanidad que resume el fracaso de un modelo que prometió igualdad y solo ha sembrado miseria, miedo y desesperanza. Su voz, quebrada por el dolor, es el eco de miles de madres que en Cuba se enfrentan solas a la crudeza de una vida donde los niños crecen sin leche, sin pan, sin luz, sin futuro.
“Un país que te encadena, te ata a la miseria, al hambre y al abandono, rompe con todos tus sueños”, escribió. Y tiene razón. Porque mientras el régimen insiste en perpetuarse a cualquier precio, el costo más alto lo pagan las madres cubanas que cada día se levantan para luchar contra un sistema que las ha condenado al silencio y la resignación.
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