En un país donde ejercer la medicina ya no garantiza estabilidad ni ingresos dignos, el doctor cubano Yodermis Díaz Hernández tomó una decisión insólita pero reveladora: abandonar su carrera como médico internista para dedicarse a criar moscas. Y no se arrepiente.
Después de más de 20 años trabajando en hospitales de La Habana, Díaz descubrió en la cría de la mosca soldado negra una alternativa más rentable y, según él, más sostenible. Su historia fue recogida recientemente por la agencia Reuters, y retrata la paradoja de una nación que forma profesionales altamente calificados que, sin embargo, encuentran más beneficios criando insectos que salvando vidas.
Desde 2019, Díaz trabaja en un taller improvisado a las afueras de la capital cubana, donde cultiva larvas de mosca soldado negra. Estas larvas, que se alimentan de residuos orgánicos, se transforman en una masa rica en proteínas ideal para la alimentación de peces, animales de granja y mascotas.
“La familia depende completamente de este negocio”, aseguró el exmédico. En 2024, logró vender cerca de 300 kilogramos de larvas a piscifactorías, a razón de 450 pesos cubanos por kilo. Para este año, espera triplicar esa cantidad. Con estos ingresos, supera con creces el salario promedio mensual de un médico en Cuba.
La decisión, aunque radical, no fue impulsiva. Un amigo le habló del potencial de la cría de moscas como negocio sostenible y ambientalmente beneficioso. Díaz, cansado de las carencias del sistema de salud y de los bajos sueldos, se lanzó a probar suerte.
“El sistema sanitario no me permitía sostener a mi familia. Esto, en cambio, tiene futuro”, explicó.
La producción de larvas tiene varios beneficios: bajo costo, escaso desperdicio y un impacto ambiental positivo. Las larvas no solo sirven como alimento, también ayudan a reducir residuos urbanos y agrícolas, convirtiéndolos en fertilizante. Además, su uso se extiende a prácticas de control biológico y manejo de residuos sólidos, disminuyendo riesgos sanitarios.
Este tipo de iniciativa se ha popularizado en países como Francia, Reino Unido y los Países Bajos, donde la demanda de proteínas alternativas ha impulsado la cría de estos insectos a nivel industrial. En Cuba, surge como una necesidad ante la escasez de insumos para la ganadería y la imposibilidad del Estado de garantizar importaciones básicas.
El auge de este negocio no ha pasado desapercibido para el gobierno cubano, que recientemente ha comenzado a estudiar su potencial como fuente de alimento animal y alivio económico ante la caída de importaciones.
Pese a haber dejado atrás los pasillos del hospital, Díaz no ve su nueva labor como un retroceso. Todo lo contrario: “Estamos convirtiendo basura en oro para los animales. Y ayudamos al medio ambiente. Eso también es salvar vidas, pero desde otro ángulo”.
Fuente: Reuters
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