Intelectuales, artistas, deportistas, gente común se han hecho eco de las desafortunadas e hirientes palabras de la ministra de Trabajo y Seguridad Social Elena Feitó Cabrera, quien aseguró que "en Cuba no hay mendigos"; uno de esos intelectuales es el actor y comunicador Lieter Ledesma.
En una reflexión que ha calado hondo entre los cubanos dentro y fuera de la Isla, describe una verdad ineludible: Cuba se ha convertido, desde hace años, en un país de mendigos. La mendicidad, en múltiples formas, ha sido impuesta como norma de subsistencia, como reflejo de un sistema que ha fallado en garantizar lo más básico. No se trata solo de pobreza material: se trata de una pobreza impuesta, institucionalizada, promovida desde el poder. Mendigamos todos, dice Ledesma, porque así nos han enseñado a sobrevivir.
Mendiga el gobierno cubano ante otros países, suplicando donaciones, ayudas, créditos y alimentos. Pero lo que llega, casi nunca se distribuye al pueblo. Se queda en manos de quienes controlan el sistema, que lo dosifican o lo desvían. El "desgobierno" no gestiona: ¡sobrevive mendigando en nombre de un pueblo que no recibe!
Mendigan también los funcionarios, deseosos de mantener cuotas de privilegio que solo alcanzan robando o pidiendo en secreto. Mendigan los deportistas que compiten en el extranjero, rogando por utensilios, vendiendo medallas, tratando de conseguir un par de zapatos o el uniforme que no les dieron.
Mendigan los artistas cuando salen: piden comida, ropa, dinero. Esperan que otro cubano que ya se quedó les extienda una mano. “Yo lo hice —confiesa Lieter— yo mendigué; pero lo más doloroso es que mendiga un pueblo entero al amigo extranjero: por una recarga, un medicamento, una caja de alimentos, una prenda de ropa, un techo. Se pide hasta por un poco de luz, por la vida misma. Y ese acto cotidiano de suplicar es ahora la normalidad para millones de cubanos".
La publicación de Ledesma ha despertado decenas de respuestas emotivas, solidarias y dolidas. “Nos han convertido en mendigos”, dice Ignara Milán. “Qué triste realidad”, añade Mailet Rodríguez, quien denuncia el cinismo de quienes niegan esta crisis. “Todavía tienen la cara de decir que no hay mendigos en Cuba. Es pasarse de falta de respeto”.
Una maestra jubilada, Mayda Bárbara Cabrera, recuerda que regaló una caja de tizas y fue como si hubiese regalado oro: las maestras las compran a 200 pesos porque el Estado no se las provee. ¿Cómo se llama eso?, pregunta. “Mendigar”, responde implícitamente la experiencia.
Otros comentarios agradecen la claridad del texto, la valentía de decir lo que muchos sienten, la dignidad de reconocer lo que nadie debería aceptar: “No por quererlo así, sino porque de lo contrario perece”, resume Leyda Díaz. “Excelente escrito”, “Comentario perfecto”, “Mejor explicado no pudo ser”, son frases que se repiten entre los lectores, profundamente identificados.
Cuba no debería ser una nación que mendiga. El cubano anhela un país distinto, donde vivir con dignidad no sea un favor ni una limosna. Ese sueño no debería mendigarse: es un derecho.