Desde el centro de detención de Adelanto, en California, Arpineh Masihi, una madre inmigrante de origen iraní-armenio, ha jurado lealtad a Donald Trump, el presidente cuyas políticas migratorias la llevaron tras las rejas.
Con cuatro hijos nacidos en Estados Unidos, un negocio propio y una vida de reconstrucción después de un error cometido hace más de una década, Arpineh enfrenta hoy la posibilidad de ser deportada a un país donde podría ser perseguida por su fe cristiana.
Sin embargo, ni su detención ni el miedo al exilio han quebrado su respaldo al presidente republicano: “Lo apoyaré hasta el día de mi muerte”, declaró.
Arpineh llegó a Estados Unidos con apenas tres años. En su juventud fue condenada por robo, pero desde entonces reconstruyó su vida. Fundó una empresa, se involucró como voluntaria en la escuela de sus hijos y forjó un hogar estable junto a su esposo, Arthur Sahakyan.
Pero su pasado resurgió en 2025, cuando fue arrestada por ICE durante una redada. Su estatus migratorio irregular, junto a aquella antigua condena, bastó para ponerla en peligro de deportación. Aun así, su esposo culpa al gobierno actual, no a Trump: “No es su culpa. Él solo está haciendo lo que es necesario para este país”.
La historia de Arpineh expone una de las paradojas más crudas del sistema migratorio estadounidense: incluso quienes abrazan el discurso de mano dura son vulnerables a su aplicación implacable.
Ella no niega los errores del pasado, pero insiste en que lleva más de una década sin cometer delito alguno. “Tengo cuatro hijos ciudadanos. No he hecho nada malo en muchos años”, afirmó. La bandera de Trump sigue ondeando en el jardín familiar, símbolo de una convicción que el encierro no ha hecho tambalear.
Su caso refleja las grietas de un sistema que ignora contextos personales, historias de redención y contribuciones comunitarias. No se trata solo de Arpineh, sino de miles que, pese a sentirse estadounidenses, son descartados por tecnicismos legales. Su apoyo a Trump, lejos de ser contradicción, es para ella coherencia: cree en reglas firmes, aunque estas la golpeen.
El caso ha generado atención internacional y reabre el debate sobre la necesidad de políticas migratorias más humanas, que reconozcan la integración real de millones de personas. Mientras tanto, desde la prisión, Arpineh no reniega de su presidente; reniega de un sistema que no ofrece redención.
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