La reciente coronación de Lina Luaces como Miss Universo Cuba 2025 ha generado un torbellino de controversia en redes sociales y medios de comunicación, desatando opiniones divididas en torno a su legitimidad. Hija de la reconocida presentadora cubanoamericana Lili Estefan y sobrina del productor musical Emilio Estefan, su elección ha sido vista por muchos como un resultado influenciado más por su apellido que por sus méritos.
Las redes estallaron cuando se viralizó el rumor de que Emilio Estefan habría presuntamente pagado dos millones de dólares para asegurar la victoria de su sobrina. Aunque la acusación carece de pruebas y ha sido desmentida por algoritmos de verificación en plataformas como Facebook, el daño ya estaba hecho: la transparencia del certamen quedó en entredicho.
Pese a que Lina ha manifestado su compromiso con la preparación y ha defendido su derecho a representar a Cuba por mérito propio, las críticas no han cesado. “¿Qué mérito puede tener alguien que ni siquiera vivió en Cuba?”, se preguntan algunos internautas. Otros, en cambio, apoyan su elección: “Es bella, elegante y preparada. Tiene lo que se necesita para competir internacionalmente”.
Los comentarios se dividen entre quienes ven una injusticia y posible manipulación del certamen, y quienes defienden el talento y la belleza de la joven modelo. “No sería de extrañar que lo hubiesen comprado, el dinero lo arregla todo”, expresó una usuaria, mientras otra escribió: “No tenía necesidad de pagar, ella es muy linda y preparada y merecía ser la ganadora”.
Hasta el momento, los organizadores del concurso no han emitido declaraciones oficiales sobre las acusaciones. Sin embargo, la polémica sigue escalando con la participación de influencers cubanos, exparticipantes de certámenes anteriores y seguidores del evento, quienes se han sumado al debate público sobre la supuesta falta de equidad y claridad en los procesos de selección.
La elección de Lina Luaces ha dejado claro que, más allá del glamour, los concursos de belleza también son escenario de disputas políticas, culturales y sociales. La pregunta que queda en el aire es si el nombre Estefan fue una bendición o una carga para la nueva reina cubana.
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