El cine cubano ha perdido a uno de sus creadores más nobles con la partida de Rigoberto Senarega. Su muerte, anunciada por el actor Héctor Noas en redes sociales, deja un profundo vacío en una comunidad marcada por la pasión, la resiliencia y la memoria compartida.
Noas recordó con emoción los inicios de ambos en la industria, en los años 80, cuando el cine se hacía con ilusiones, esfuerzo y la guía de maestros como Tomás Piard.
"Nos conocimos a mediados de los 80’s cuando ambos comenzábamos. Hacíamos cine con Tomás Piard y todo lo que ello conllevaba: ilusiones y sacrificios", escribió Noas, rindiendo homenaje a esa época fundacional de creatividad e inestabilidad, de sueños grandes con recursos mínimos.
Senarega compartió créditos junto a Noas en títulos clave del cine cubano contemporáneo, como El Hombre de Venus, dirigido por Charlie Medina, así como en los primeros trabajos de Ernesto Daranas, entre ellos La Vida en Rosa y la ya emblemática Los Dioses Rotos.
En todos estos proyectos, Senarega no solo dejó su huella artística, sino también una marca humana difícil de borrar.
"Fuiste un ser humano muy noble y solidario. Contigo se trabajaba maravillosamente", escribió Noas, subrayando que más allá del talento estaba la calidad humana, esa que hace del arte una comunidad de afectos más que una simple cadena de producción.
Senarega fue también un hombre de familia. Padre orgulloso de dos hijos y esposo entregado, supo construir vínculos sólidos dentro y fuera del set. Su partida conmueve no solo al gremio artístico, sino a quienes lo conocieron como amigo, colega o familiar cercano.
La comunidad cinematográfica cubana se prepara para despedirlo como se despide a los grandes: con gratitud, lágrimas sinceras y un aplauso que no termina. Héctor Noas cerró su mensaje con un compromiso personal: “No faltaré a tu despedida”.
Rigoberto Senarega fue director de fotografía y realizador . Con una formación en Geografía‑Pedagogía (1983), fue profesor de fotografía en el Instituto Superior de Arte (ISA)
La muerte de Rigoberto Senarega no apaga su legado. Su obra queda. Su espíritu también. Queda también el abrazo que se extiende ahora entre los que alguna vez soñaron junto a él con un cine más humano, más sincero, más libre.