Una imagen que duele y estremece: un pollo cubierto de gusanos, único alimento en el refrigerador de una madre cubana embarazada y con dos hijos pequeños. Este caso, compartido en exclusiva con La Tijera News, pone en evidencia la crudeza de una crisis que deja sin tregua a las familias en la Isla.
Los prolongados apagones —que ya superan las 24 horas— no solo impiden conservar los alimentos, sino que colocan a miles de ciudadanos al borde del colapso físico y emocional.
La madre, con miedo a represalias, pidió mantenerse en el anonimato. “Ya no puedo más”, nos dice. En medio del calor insoportable, la falta de comida y un día a día que se ha vuelto una lucha constante por sobrevivir, su historia refleja una verdad que muchos callan por temor. “Esta dictadura no tiene solución ni se acaba de ir”, denuncia con desesperación. Su testimonio es el grito de miles que viven en silencio una vida marcada por la angustia.
"El drama no está en los números fríos, sino en las vidas rotas que genera el abandono del régimen". No se trata solo de la falta de electricidad, sino del colapso total de un sistema que ya no puede sostener ni las necesidades más básicas. Las madres cubanas, como esta mujer anónima, cargan con el peso de proteger y alimentar a sus hijos en condiciones que rozan lo inhumano. La escasez, la inflación, la represión y la negligencia estatal conforman un cóctel que asfixia a las familias cubanas.
Los lectores han reaccionado con indignación y empatía. Uno comenta: “Esto es inaceptable. No estamos hablando solo de apagones, estamos hablando de un sistema que ha condenado a su pueblo al hambre y la desesperación.” Otro agrega: “Esto no es un caso aislado, es el pan de cada día en Cuba. ¡Basta ya!”.
Detrás del silencio impuesto hay vidas que exigen ser escuchadas. Esta imagen del pollo podrido no es un caso aislado; es el símbolo de un país que agoniza, mientras sus dirigentes siguen negando la profundidad de la crisis.
"Cuba no necesita solo luz eléctrica, necesita una luz de esperanza que devuelva la dignidad a su pueblo". Esta madre, como tantas otras, no está sola. Su testimonio es una denuncia que el mundo no puede ignorar. Otro lector lo resume con fuerza: “La dictadura podrá callar bocas, pero no puede ocultar el hedor de la podredumbre que ha sembrado.” Hoy, más que nunca, es necesario alzar la voz por quienes no pueden hacerlo sin poner en riesgo su libertad —o incluso su vida.
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