En el bullicioso corazón de la Pequeña Habana en Miami, Domino Park —oficialmente llamado Parque "Máximo Gómez"— se ha convertido en mucho más que un lugar para pasar el tiempo. Fundado en 1976 por exiliados cubanos, este emblemático sitio representa un refugio cultural donde generaciones de migrantes han encontrado compañía, arraigo y consuelo a través del dominó, un juego que aquí se transforma en símbolo de identidad y comunidad.
Aunque el parque está abierto al público, no todos pueden participar en las competencias oficiales de dominó. Para convertirse en jugador registrado, se deben cumplir dos requisitos fundamentales: tener más de 55 años y residir dentro de los límites de la ciudad de Miami. Quienes califiquen reciben un carnet de socio, que les permite competir formalmente en las mesas del parque.
A la fecha, hay más de 3.000 miembros registrados, no solo cubanos, sino también migrantes de Perú, Honduras, Venezuela y otros países del continente.
“Este parque significa mucho más que diez mesas de dominó y seis de ajedrez. Es un espacio donde la gente encuentra comprensión, consuelo y pertenencia. Cuando alguien pierde a su pareja o se siente solo, sabe que aquí tiene con quién hablar y jugar”, expresa con emoción Luis Vega, quien administra el parque desde 2007.
Además de las reglas de membresía, Domino Park mantiene un estricto código de conducta para preservar la armonía del lugar. Está prohibido el ingreso con bebidas alcohólicas o bajo los efectos del alcohol, así como el uso de camisas sin mangas, chancletas, lenguaje ofensivo o gritos.
Las violaciones pueden acarrear suspensiones de entre dos y cuatro semanas, asegurando así un ambiente respetuoso y familiar.
Cada viernes, el parque abre sus puertas para que el público general —sin importar la edad o el lugar de residencia— pueda acercarse, observar e incluso participar de una partida amistosa. Ese día, el parque vibra con conversaciones en múltiples acentos, risas compartidas y jugadas estratégicas que van más allá del tablero.
“Los dominós aquí no solo son fichas, son puentes que conectan generaciones, culturas y memorias. En cada mesa, se juega una partida de pertenencia, de nostalgia y de esperanza”. Domino Park no es simplemente un sitio para pasar el rato: es un bastión de identidad, un lugar donde cada ficha colocada sobre la mesa cuenta también una historia de migración, adaptación y resistencia cultural.
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