El propio régimen cubano terminó por reconocer lo que el pueblo ya sabía: el restablecimiento de la corriente eléctrica en el oriente del país está “complejizado”. Un término burocrático que suena elegante, pero que, en buen cubano, significa que la situación está en candela. El huracán Melissa dejó las redes de distribución devastadas y varias líneas de alta tensión derribadas, dejando a millones sin electricidad y sin perspectivas de una recuperación cercana.
Según informó el sitio oficial de la Presidencia, el ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, reconoció ante el Consejo de Defensa Nacional que la reparación del sistema avanza a paso lento debido a la magnitud de los daños sufridos en varias provincias. En Las Tunas, precisó, ya se ha restablecido el servicio a más de 48 mil clientes; en Guantánamo, apenas el 34 % de la población tiene luz, y en Granma, solo el 17 %, gracias a algunos microsistemas aislados que operan de manera precaria.
El suministro desde el Sistema Electroenergético Nacional (SEN) hacia Granma continúa interrumpido por la caída de seis torres de alta tensión entre Cueto y Bayamo. El ministro aseguró que se trabaja en su recuperación y que el poco combustible disponible se destina principalmente a grupos electrógenos y centros vitales.
En Santiago de Cuba, la situación es aún más crítica. De la O Levy admitió que los daños en las redes de distribución son tan severos que no es posible crear circuitos eléctricos o “islas” que permitan devolver la corriente, ni siquiera por zonas.
El funcionario detalló que varias mini y micro hidroeléctricas permanecen inundadas, 98 transformadores resultaron dañados y miles de postes están en el suelo o inclinados. Trató de restarle dramatismo señalando que “la mayoría no están partidos”, aunque el panorama sigue siendo desolador.
Pese a este escenario, el ministro intentó maquillar la realidad, afirmando que “todas las termoeléctricas de Camagüey a Artemisa están en línea”. Sin embargo, la población de toda la isla continúa denunciando apagones de horas e incluso de días, agravados por la crisis posterior al huracán.
El gobierno sostiene que hay combustible suficiente para mantener operativos los generadores de respaldo en hospitales, acueductos y centros de evacuación, pero la misma nota oficial reconoce lo evidente: gran parte del oriente cubano sigue sumido en la oscuridad, con comunidades incomunicadas y caminos destruidos.
Durante la reunión del Consejo de Defensa Nacional, Miguel Díaz-Canel repitió su habitual discurso, llamando a “trabajar con intensidad” en la limpieza, rehabilitación y atención a los damnificados. Unas palabras que, para muchos, suenan a promesas recicladas, mientras la población sobrevive sin luz, sin agua y sin alimentos.
El gobernante también mencionó la necesidad de priorizar la distribución de donaciones hacia Santiago, Granma, Holguín y Las Tunas, las provincias más golpeadas por el desastre. Sin embargo, en las calles, los apagones, el hambre y la desesperación continúan marcando la vida cotidiana.
En el oriente cubano, la oscuridad no es solo falta de electricidad, sino el reflejo de un sistema que, una vez más, deja al pueblo en penumbra.
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