La acusación de espionaje contra Alejandro Gil Fernández, exministro de Economía y exviceprimer ministro de Cuba, ha desatado una nueva ola de críticas y cuestionamientos al régimen de La Habana. Entre las voces más duras destaca la del economista Mauricio De Miranda Parrondo, quien pidió la renuncia inmediata del presidente Miguel Díaz-Canel, del primer ministro Manuel Marrero y de todos los miembros de la Asamblea Nacional, a quienes considera los verdaderos responsables de la crisis multidimensional que atraviesa el país.
De Miranda Parrondo, profesor y analista radicado en el exterior, sostuvo que el caso de Gil Fernández es apenas un síntoma del colapso moral, político y económico del sistema cubano. En sus palabras, el gobierno ha demostrado ser incapaz de ofrecer soluciones reales a los problemas estructurales de la nación.
“La corrupción, los abusos del sistema y la ineficacia del gobierno son los verdaderos culpables. No es un problema de individuos, sino de un modelo agotado”, afirmó el economista.
El escándalo, que incluye cargos de espionaje, malversación y tráfico de influencias contra el exministro, ha generado un intenso debate dentro y fuera de Cuba. La propia hija de Alejandro Gil, Laura Gil, publicó una carta en redes sociales defendiendo la inocencia de su padre y pidiendo un juicio transparente “a puertas abiertas”.
Sin embargo, para De Miranda Parrondo, el caso no busca justicia sino control político. A su juicio, se trata de una maniobra para desviar la atención de la crisis nacional y “sacrificar” a un funcionario de alto perfil como chivo expiatorio.
“Esto se asemeja a los juicios de Moscú durante la era de Stalin. Se fabrican traiciones para encubrir fracasos. El poder se purga a sí mismo para sobrevivir”, denunció.
El economista insistió en que la renuncia de los principales dirigentes del país sería un acto mínimo de responsabilidad política, comparable al ejemplo del presidente vietnamita Nguyen Xuân Phúc, quien dimitió en 2023 tras descubrirse casos de corrupción bajo su mandato, pese a no estar implicado directamente.
“Eso es lo que distingue a los gobiernos que respetan la ética política. En Cuba, la vergüenza y la responsabilidad no existen. Los dirigentes permanecen atornillados al poder, sin asumir culpas”, subrayó De Miranda.
Además, el catedrático criticó la falta de transparencia y de rendición de cuentas en el manejo de los recursos públicos, recordando que la corrupción en Cuba no es un fenómeno aislado, sino una consecuencia natural de la falta de control institucional y de prensa libre.
Aunque De Miranda Parrondo rechaza las sanciones internacionales por considerar que agravan el sufrimiento de la población, sostiene que la única salida real es un cambio de liderazgo y de sistema político:
“No se trata solo de sustituir nombres. Se trata de desmontar una estructura que vive de la impunidad y la mentira”, concluyó.
El caso Gil Fernández, que aún no tiene fecha de juicio, ha pasado de ser un escándalo judicial a convertirse en un símbolo del desgaste interno del régimen cubano, donde incluso voces de dentro y fuera del sistema comienzan a cuestionar la legitimidad de su permanencia en el poder.
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