Mientras el huracán Melissa arrasaba Oriente, dejando a su paso destrucción, hambre, enfermedades y abandono, Lis Cuesta, conocida por "no primera dama" de la dictadura cubana, no apareció ni para mirar a su propio pueblo.
Según denuncia el portal LaTijera, mientras miles de cubanos en Holguín y otras provincias luchan por sobrevivir entre escombros y desesperación, Cuesta solo parece cumplir su papel cuando se trata de viajes en aviones oficiales, visitas a museos y mezquitas, abrazos a niños extranjeros, compras en boutiques de lujo y cenas en restaurantes caros, todo pagado con el dinero del pueblo.
La crítica de LaTijera subraya que Lis Cuesta ignora su propia tierra. Aunque es oriental y tiene familiares y negocios en Holguín, jamás se le ha visto junto a quienes más la necesitan, en los momentos de mayor crisis. Sus parientes y empresas continúan protegidos, disfrutando de privilegios y abundancia, mientras los habitantes de Oriente luchan por un techo, comida y seguridad que el Estado no les garantiza.
“Ser pariente de la esposa del dictador garantiza protección y riqueza incluso en medio de la tragedia nacional. Pero el pueblo… el pueblo nada entre escombros, lágrimas y promesas vacías”, escribe LaTijera, resaltando la distancia brutal entre la élite gobernante y los ciudadanos que padecen los efectos del desastre.
El medio enfatiza que Cuba no necesita fotos oficiales, sonrisas protocolares ni titulares vacíos. Necesita líderes presentes, con corazón, que acompañen en la tragedia, que sientan el dolor de su pueblo y actúen de inmediato. La ausencia de Lis Cuesta en Holguín se ha convertido en un símbolo de la desconexión y privilegio de la élite frente a la miseria del cubano común.
En plena catástrofe, la realidad es cruda: mientras Lis Cuesta brilla en hoteles y boutiques, el Holguín que la vio nacer se ahoga entre ruinas, hambre y abandono, preguntándose si alguna vez será prioridad para quienes fingen gobernar.