Ante el paso devastador del huracán Melissa, el oriente de Cuba vive una emergencia humanitaria que ha movilizado no solo a los habitantes de la zona afectada, sino también a familiares y compatriotas desde toda la isla y la diáspora. En la cultura cubana, la noción de “familia” trasciende el hogar inmediato: incluye lazos de sangre, de matrimonio e incluso conexiones forjadas por la emigración. Gracias a ese entramado, las donaciones hacia las provincias orientales —materiales como artículos de primera necesidad, medicinas, productos de higiene— se multiplican tanto desde dentro de Cuba como desde el extranjero.
Dentro de la isla, residentes en provincias menos afectadas, ciudades del centro o incluso en La Habana han organizado redes de acopio de alimentos no perecederos, pañales, agua embotellada y medicamentos de uso común. Esas iniciativas locales buscan aliviar los primeros días de la crisis, cuando las cadenas de suministro se interrumpen y los servicios son mínimos. Asimismo, desde el exterior de la isla, cubanos en la diáspora –en EE.UU., España, México, Canadá– envían remesas económicas o encargan envíos de módulos básicos que llegan, en la medida de lo posible, a familiares en el oriente. La solidaridad no se limita a envíos concretos: también se organizan grupos de voluntarios cubanos en el extranjero que recogen ayuda, recaudan fondos y coordinan con redes dentro de la isla para llevar los donativos al terreno.
Entre los rostros públicos que han alzado la mano, se menciona al reguetonero Jarrulay, así como a Belissa Cruz (y otros artistas cubanos que prefieren mantener su perfil bajo) quienes han llamado a la solidaridad a través de sus plataformas digitales, incitando a que la diáspora aporte y que en la isla se activen los mecanismos colectivos de ayuda. Aunque los montos no siempre son públicos, su participación ayuda a visibilizar que “la familia cubana” es una red extensa que puede operar más allá de los límites geográficos tradicionales.
El desafío es enorme: reconstruir viviendas, restablecer servicios básicos y asegurar alimentos y medicinas para comunidades enteras devastadas. Pero la solidaridad se convierte en un respiro. Familias en Holguín, Santiago de Cuba, Guantánamo han visto llegar algo de alivio gracias a estas donaciones, aunque advierten que lo recibido solo alcanza para unos días. La pregunta sigue siendo: ¿cómo sostener esta ayuda a largo plazo? Por ahora, mientras la institucionalidad estatal demora o no da respuestas completas, la familia cubana –radicada en múltiples puntos del planeta– actúa para llenar ese vacío inmediato.