Panamá se ha sumado a los esfuerzos internacionales para socorrer a Cuba tras el paso devastador del huracán Melissa, con el envío de 24 toneladas de ayuda humanitaria destinadas a los damnificados del oriente del país.
El cargamento, despachado desde el Centro Logístico Regional de Asistencia Humanitaria (CLRAH), incluye kits de cocina, artículos de higiene, frazadas, lonas plásticas y herramientas, transportados por aviones de Copa Airlines bajo la coordinación de la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (IFRC).
Stephany Murillo, representante de la IFRC para las Américas, informó que esta operación forma parte de una respuesta regional que también ha movilizado recursos hacia Jamaica y que podría superar las 100 toneladas de suministros humanitarios en los próximos meses. La funcionaria calificó el operativo como “una de las misiones más importantes de los últimos años en el Caribe”.
Además de Panamá otras naciones como Colombia, China y Venezuela han enviado cargamentos con alimentos, kits de aseo y artículos básicos. Paralelamente, la diáspora cubana en Miami ha organizado campañas independientes para hacer llegar medicinas, ropa y alimentos directamente a las provincias más afectadas, entre ellas Santiago de Cuba, Granma y Holguín.
Sin embargo, la solidaridad internacional contrasta con la desconfianza ciudadana dentro de la Isla. Muchos cubanos recuerdan que en catástrofes anteriores la ayuda extranjera fue desviada, almacenada o revendida en tiendas estatales. A ello se suma la falta de transparencia del régimen, que no publica inventarios ni permite supervisión independiente sobre la distribución de los donativos.
Mientras la televisión estatal exalta los gestos de apoyo de “países amigos”, miles de familias continúan sin techo, sin electricidad ni acceso a agua potable. Barrios enteros permanecen aislados por la crecida de los ríos y el gobierno aún no ofrece un balance oficial de víctimas ni de daños materiales.
El huracán Melissa, que impactó el 29 de octubre con vientos cercanos a los 300 km/h, ha dejado a más de un millón de personas afectadas. Aunque la ayuda panameña representa un alivio, el verdadero desafío radica en garantizar que esos recursos lleguen efectivamente a quienes más los necesitan, y no se pierdan —como tantas veces antes— en el laberinto burocrático del Estado cubano.
Fuente: IFRC América