"22 horas sin electricidad cada día... el colapso silenciado de un país que resiste sin fuerzas,
22 horas sin electricidad cada día... entre la resignación forzada y la dignidad secuestrada,
22 horas sin electricidad cada día...
"¡Así de simple, así de duro...! La frase se repite como un martillo sobre la conciencia, describiendo una rutina que ya no sorprende, pero que debería estremecer. No es una exageración ni una queja pasajera: es una descripción descarnada de la vida diaria en un país donde la oscuridad ha dejado de ser símbolo de la noche para convertirse en el escenario constante de una nación a tientas.
“Qué sentido tiene que sigamos jugando el juego de que algo funciona cuando en realidad todo está hecho mierda...NADA FUNCIONA, NADA...”.
"¿Cómo se mantiene en pie un sistema educativo sin electricidad? ¿Cómo se sostiene la vida cotidiana cuando se hace imposible cocinar, almacenar alimentos o simplemente sobrevivir con dignidad? El colapso no solo es material; es espiritual. El país parece haberse entregado a una especie de resignación programada, donde cada día se vive al borde del colapso sin que nadie se atreva a decirlo en voz alta desde los espacios oficiales.
“22 horas sin electricidad cada día... Hemos incorporado este desastre a nuestras vidas y ya parece normal ver a un brillante cirujano agachado (en cuatro patas, como en tiempos de la caverna) en la acera intentando encender el carbón...”
Las imágenes son dantescas. Ancianos desmayados en colas para obtener efectivo, niños alimentándose con agua con azúcar, maestros exhaustos, padres sin alternativas. Todo eso mientras desde la prensa estatal se publican notas “TRIUNFALISTAS” que hablan de controles de precios, de batallas contra coleros, de esfuerzos por la eficiencia... “pero todo eso no es más que una distracción...”.
“Si esto no es una emergencia ¿qué otro nombre tiene?”. Se pregunta el autor, con el tono desesperado de quien ya ha perdido la paciencia y la esperanza. La ausencia de energía eléctrica no es solo un fallo técnico; es un síntoma de algo más profundo: la falta de planificación real, de voluntad política, de espacios auténticos de participación ciudadana.
“¿Quién dijo que todo está perdido?
" EL CORAZÓN está perdido!!!”.
"Esa es quizás la única certeza que queda. Que aún hay quienes creen, resisten, denuncian, aunque estén agotados.
“Sé que hay mucha gente buena y decente... luchando por sacar alante este país... esos tienen mi respeto... los otros...
"Porque 22 horas sin electricidad no es solo un número: ¡es el retrato de un país que se va quedando sin luz, sin rumbo y, lo más grave, sin futuro!
Freddy Núñez Estenoz, Director de Teatro del Viento