La profunda crisis que atraviesa Cuba desde hace al menos un lustro ha provocado un aumento significativo de las desigualdades sociales, afectando con especial dureza a los más vulnerables y generando una transformación acelerada en el tejido social del país, según advierten sociólogos del estatal Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS).
En conversación con la agencia EFE, los investigadores Enrique Gómez Cabezas, Mirlena Rojas Piedrahita y Jusmary Gómez Arencibia analizaron el impacto de esta crisis multidimensional —que abarca lo económico, lo territorial, lo racial, la edad y el género— y que ha derivado en un proceso de "reestratificación" de la sociedad cubana.
“Vivimos una superposición de crisis que se retroalimentan, creando un entorno de precariedad constante”, señaló Gómez Cabezas, coordinador del Grupo de Política Social y Desigualdades del CIPS. En su opinión, la principal consecuencia de este fenómeno es el ensanchamiento de la brecha social, algo inédito para un país que durante décadas sostuvo un modelo basado en la igualdad.
Los efectos se sienten en múltiples niveles: apagones prolongados que paralizan la vida diaria, escasez de productos básicos, desabastecimiento de medicinas, crisis en el transporte público, y una presión social constante que ha llevado a muchos a buscar alternativas extremas de supervivencia.
“Las personas enfrentan una incertidumbre que genera altos niveles de estrés, y que se traduce en una lucha diaria por mantener condiciones mínimas de vida”, explicó Rojas Piedrahita, coordinadora de la Red de Estudios Sociológicos del Trabajo.
A esto se suma el acceso desigual a oportunidades. Mientras algunos pueden insertarse en el sector privado o adquirir plantas eléctricas para enfrentar los apagones, otros deben lidiar con la escasez desde una posición de desventaja absoluta. Esta disparidad, explican los especialistas, comenzó a acentuarse con las reformas económicas iniciadas por Raúl Castro en 2011.
Aunque esas reformas abrieron espacios para el emprendimiento, también dejaron atrás a una parte significativa de la población. “No todos tuvieron acceso a esos nuevos caminos, y eso generó una segmentación social cada vez más visible”, afirmó Gómez Cabezas.
Otro síntoma de esta transformación es la migración masiva. En los últimos cuatro años, entre el 14 % y el 25 % de la población ha abandonado el país, según cifras oficiales y estimaciones independientes. Lo que antes se percibía como una decisión familiar planificada, hoy se ha convertido en una salida individual, motivada muchas veces por la falta de servicios públicos esenciales como salud y educación.
“La migración se ha naturalizado como una estrategia económica”, subraya Gómez Cabezas. Pero también aquí se reflejan las desigualdades: no todos tienen los recursos para emigrar, lo que sitúa en desventaja a grupos históricamente marginados como los afrocubanos.
Ante este panorama, los expertos insisten en la necesidad de abandonar políticas homogéneas y avanzar hacia estrategias focalizadas que reconozcan las desigualdades y promuevan una gestión de la equidad desde lo local.
“Hay que actuar con políticas diferenciadas que respondan a las realidades específicas de cada sector”, concluye Gómez Cabezas. “De lo contrario, seguiremos ampliando una brecha que amenaza con fracturar aún más la sociedad cubana”.
(Con información de EFE)
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