La agricultura cubana atraviesa uno de sus momentos más críticos: la escasez crónica de fertilizantes, el colapso energético nacional y la falta de políticas sostenibles han llevado al país a depender de productos foráneos sin estudios comprobados.
En medio de esta crisis, el régimen ha apostado por el nanosilicio ruso, un bioproducto que se presenta como la nueva salvación, pese a la carencia total de evidencias científicas locales sobre su efectividad.
La Empresa Agroindustrial de Granos "José Martí" en Candelaria, provincia de Artemisa, fue el escenario de su introducción pública, pero la desconfianza es generalizada entre los agricultores.
Desde hace años, los campesinos cubanos denuncian la falta absoluta de apoyo estatal. No cuentan con semillas de calidad, ni maquinaria, ni combustible suficiente para las faenas agrícolas. Además, deben lidiar con el acaparamiento estatal de sus cosechas a precios irrisorios, sin posibilidades reales de comerciar libremente en los mercados.
A eso se suma el deterioro de la infraestructura rural, la escasez de herramientas básicas y la migración constante de jóvenes del campo a las ciudades, agotados por las condiciones infrahumanas de trabajo.
"El año 2023 fue uno de los peores en la historia agrícola reciente: la producción de arroz cayó en más de un 70%, el maíz escaseó en casi todas las provincias y el tabaco, tradicional emblema de exportación, apenas alcanzó el 40% de su meta nacional".
En 2021, la campaña cafetalera fracasó en más del 50% por falta de insumos y lluvias mal distribuidas. Y ya en 2018, la producción de plátano y yuca había tocado fondo debido a la falta de riego y el abandono de las tierras.
Pese a este escenario desolador, el gobierno no ha implementado reformas profundas que devuelvan autonomía y dignidad al campesinado. En su lugar, sigue apostando a soluciones tecnocráticas improvisadas y dependientes de aliados geopolíticos.
"El nanosilicio ruso es ahora la nueva carta del régimen, como lo fue la moringa o el bledo en otros tiempos, promesas infladas que nunca lograron revertir el colapso estructural del agro cubano".
La esperanza del campo no depende de un polvo milagroso importado. Está en liberar a los agricultores del control estatal, en permitirles decidir qué sembrar, cómo vender y a quién, sin trabas ideológicas ni burocráticas. Mientras eso no ocurra, ni el nanosilicio ni ningún producto extranjero salvará a la agricultura cubana.
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