La comunidad cubano-estadounidense enfrenta hoy una paradoja inquietante. Tras haber apoyado en masa a Donald Trump en las últimas elecciones, muchos de sus integrantes ahora temen convertirse en blanco de las mismas políticas migratorias que una vez celebraron.
El caso de Tomás Hernández, exfuncionario de inteligencia cubana arrestado en Miami, ha encendido alarmas. Hernández, de 71 años, fue acusado de ocultar vínculos con el Partido Comunista de Cuba al obtener su residencia en EE.UU. Aunque su detención fue recibida con aplausos por parte de sectores duros del exilio cubano, también desató inquietud entre quienes sospechan que su propia permanencia en el país podría estar en peligro.
"Algunos lo ven como justicia, otros como una traición", resume Eduardo Gamarra, académico de la Universidad Internacional de Florida. La comunidad cubano-estadounidense, otrora privilegiada por las leyes migratorias estadounidenses, ahora se enfrenta a una dura realidad: la pérdida del trato excepcional que durante décadas los distinguió de otros inmigrantes."
La situación ha generado un desconcierto particular entre quienes lucharon abiertamente contra el régimen cubano y ahora se ven amenazados con la deportación.
Tal es el caso de Eliéxer Márquez, alias El Funky, rapero disidente y ferviente simpatizante de Trump, quien ha recibido una orden para abandonar el país en 30 días. La medida parece reflejar la severidad de una política que ya no hace excepciones, ni siquiera con los aliados más leales. El Funky ha manifestado que confía en la justicia de EEUU y se halla en espera de una decisión definitiva de su caso.
En marzo, Trump revocó el parole humanitario que beneficiaba a unos 300,000 cubanos, revirtiendo un histórico enfoque de asilo que se remontaba a la Guerra Fría. Esta decisión, sumada a la intensificación de los procesos de deportación, genera un clima de miedo y ansiedad. En restaurantes como el Versalles de Miami, epicentro simbólico del exilio, se palpa una tensión creciente. "Por cualquier nimiedad, te pueden deportar", confiesa Tony Freitas, exiliado desde 1980.
Las medidas de Trump han sido especialmente bien recibidas por sectores que han convertido la denuncia del régimen cubano en una cruzada personal. Uno de ellos es Luis Domínguez, activista que lidera el sitio Represores Cubanos y ha identificado a más de 1,200 presuntos exagentes del castrismo, 150 de ellos viviendo en EE.UU. Su información es compartida con autoridades federales, aunque el ICE no confirma oficialmente su colaboración.
"Domínguez ve a estos exagentes como encarnaciones de una hipocresía histórica: condenaban a EE.UU. desde el poder, pero ahora disfrutan de sus beneficios. Sin embargo, su cacería ha abierto un dilema ético: ¿dónde termina la justicia y empieza la persecución?"
La dificultad legal de deportar a cubanos añade complejidad a la situación. Solo un vuelo mensual de deportación parte rumbo a Cuba, lo que vuelve casi simbólica la amenaza de expulsión masiva, a pesar de que se estima que medio millón de cubanos carecen de estatus legal tras su llegada durante el mandato de Biden.
El propio Partido Republicano enfrenta fisuras. Mientras representantes como Carlos Giménez exigen mano dura contra supuestos exagentes del régimen cubano, los demócratas han calificado estas acciones como traición a la comunidad.
Carteles en Miami tachan de “traidores” a políticos republicanos cubanoamericanos que no frenaron la avanzada migratoria de Trump.
El caso de los cubanos refleja un fenómeno más amplio: el riesgo de que políticas pensadas para otros se vuelvan contra sus propios promotores. Para muchos en la comunidad cubanoestadounidense, el "sueño americano" se vuelve incierto, mientras se preguntan si su fidelidad política fue correspondida o traicionada.