El panorama político del exmandatario boliviano Evo Morales atraviesa uno de sus momentos más críticos. Tras una serie de disputas internas con el presidente Luis Arce por el control del Movimiento Al Socialismo (MAS) y la candidatura presidencial para 2025, Morales quedó fuera de la carrera electoral y perdió el liderazgo del partido que lo llevó al poder durante casi 14 años.
La disputa llegó a su punto culminante la semana pasada, cuando dos sentencias constitucionales emitidas por jueces cuestionados por su legitimidad determinaron que Morales no puede postularse nuevamente y validaron la elección de un aliado de Arce como jefe del MAS. Este fallo no solo afectó a Morales, sino que reconfiguró el escenario político del país.
Morales calificó las decisiones de “ilegales” e “inconstitucionales” y presentó un recurso ante el Tribunal Supremo Electoral (TSE) para desconocerlas. Sin embargo, el TSE afirmó que está obligado a acatar las sentencias, dejando a Morales con escasas opciones legales para revertir su situación.
En un intento por mantener su influencia, Morales organizó marchas, bloqueos de caminos y hasta una huelga de hambre, pero estas acciones no lograron forzar la renuncia de Arce ni obtener concesiones significativas. Según analistas, estas estrategias no solo fueron infructuosas, sino que también expusieron una disminución en su capacidad de movilización y respaldo popular.
Con su liderazgo debilitado, los expertos coinciden en que Morales enfrenta un dilema: reconstruir su influencia sin ocupar un rol central. Carlos Saavedra, analista político, sugiere que la única forma de revitalizar el evismo es a través de nuevos liderazgos capaces de atraer a votantes más allá de las bases tradicionales del MAS. Morales, aunque sigue siendo una figura histórica con apoyo social, es percibido como polarizador y genera rechazo entre sectores clave del electorado.
La politóloga Susana Bejarano también destaca la importancia de que Morales dé un paso al costado y permita que nuevas figuras lideren el proyecto político que fundó. “Su legado no se extingue con un fallo judicial, pero necesita reformularse para sobrevivir en el escenario actual”, señaló.
Para el presidente Luis Arce, este desenlace representa una victoria estratégica que le permite consolidar su posición dentro del MAS y eliminar a su principal adversario político. Sin embargo, este triunfo no está exento de desafíos. Con la crisis económica como principal preocupación de los bolivianos, Arce deberá demostrar que puede liderar sin depender de Morales y enfrentar las crecientes demandas sociales.
Analistas advierten que el “arcismo” podría no tener futuro más allá de su mandato, ya que carece de una base ideológica sólida y depende en gran medida de su gestión gubernamental.
A pesar de su exclusión del MAS y de la contienda electoral, Morales aún tiene margen para influir en la política boliviana. Su equipo trabaja en un plan alternativo que contempla la creación de un nuevo proyecto político que actúe desde la oposición y la resistencia, con miras a las elecciones posteriores a 2025.
Por ahora, Morales se enfrenta a un escenario político incierto, donde su capacidad para adaptarse y redefinir su rol determinará si puede mantener su relevancia o si este es el final de su carrera política.
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