El Gobierno de Estados Unidos aceptó formalmente el Boeing 747-8I ofrecido por Catar para convertirse en el nuevo Air Force One, el avión que transporta al presidente. El portavoz del Pentágono, Sean Parnell, confirmó que el secretario de Defensa, Pete Hegseth dio luz verde a la recepción de la aeronave "siguiendo todas las normativas federales". Aclaró que aún se evaluarán los protocolos de seguridad necesarios para adaptar el avión a los altos estándares que exige el traslado presidencial.
El presidente Donald Trump, impulsor de esta decisión, defendió el gesto como una muestra de cooperación entre aliados, asegurando que no es un regalo personal, sino una donación institucional. En su red Truth Social, Trump afirmó: “Podría haber dicho que no, pero me pareció un gran gesto. Cuando acabe mi mandato, lo dejaré en mi biblioteca presidencial”.
La entrega del avión, valorado en cientos de millones de dólares, ha generado fuertes reacciones tanto dentro como fuera del Partido Republicano. Críticos, incluyendo senadores demócratas del Comité de Relaciones Exteriores, han calificado el gesto como "un claro conflicto de intereses" y una potencial violación a la Constitución, que impide a funcionarios aceptar obsequios de gobiernos extranjeros. Aunque la Casa Blanca y el Pentágono insisten en que no se ha infringido ninguna norma legal, la controversia persiste.
Desde CNN se ha revelado que fue la propia administración republicana quien contactó primero al Gobierno catarí, lo que contradice la versión oficial de que se trató de una iniciativa extranjera. Esto ha despertado sospechas sobre posibles presiones políticas y diplomáticas detrás del acuerdo.
El senador republicano Ted Cruz expresó su preocupación: "Aceptar este avión plantea serias amenazas de espionaje y vigilancia". La conversión del avión a uso presidencial podría tardar dos años y costar cientos de millones, incluyendo sistemas de defensa, comunicaciones seguras y blindaje.
La donación llega tras los reiterados retrasos de Boeing para entregar dos nuevos Air Force One encargados en 2018, un proyecto ahora pospuesto hasta 2029. Trump, frustrado con esa demora, habría optado por esta alternativa como una forma rápida de modernizar la flota presidencial. Sin embargo, la medida, lejos de unir consensos ha polarizado aún más el escenario político estadounidense.
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