El régimen cubano acaba de elevar la creatividad propagandística a un nivel que raya en lo humorístico con su nueva campaña digital: “Raúl es Raúl”. La estrategia, desplegada en medios oficiales, ministerios y perfiles ligados al aparato represivo, busca desmentir rumores sobre la supuesta muerte de Raúl Castro.
Hasta aquí, parece un gesto de precaución política… pero la ejecución convierte el asunto en un espectáculo de lo absurdo: imágenes coordinadas, tipografía uniforme, colores verde y blanco, Raúl con medallas y uniforme militar, consignas como “Con el pie en el estribo” y hashtags como #RaúlEsRaúl y #YSigueAquí, son el menú completo de esta comedia digital.
Cada post parece más un cartel de película bélica que un comunicado serio de estado. La repetición obsesiva de la idea de que Raúl “sigue firme y presente” hace preguntarse si el régimen realmente cree que los cubanos dudaban de su existencia o si solo querían recordarnos, de manera exagerada, que alguien mayor sigue vivo.
El origen de esta campaña es aún más ridículo: un rumor viral de Facebook sobre la muerte de Raúl, inventado por un perfil conocido por difundir falsedades, se volvió tendencia por la facilidad con que las noticias sin verificación se replican. La supuesta urgencia médica, camillas, unidades de apoyo vital… todo un teatro sin base real. Finalmente, el propio creador del bulo admitió que fue un experimento para medir la credibilidad de medios y páginas, confirmando que la alarma social no tenía fundamento.
Pero lejos de simplemente ignorar el rumor, el régimen respondió con una exhibición digital que parece sacada de un guión de propaganda de otro siglo. Videos, carteles, mensajes de saludo y frases heroicas: todo para decirnos que Raúl sigue vivo y activo. La campaña no informa, no comunica, no explica; solo grita que Raúl existe, como si necesitara certificación oficial de vida en redes sociales.
En plena crisis económica y social, mientras apagones y escasez afectan la vida diaria de los cubanos, el gobierno decide invertir recursos y creatividad en una narrativa que resulta, más que informativa, simplemente absurda.
El mensaje es claro: no importa la lógica ni la prioridad, lo esencial es que la población vea a Raúl Castro como un símbolo imperecedero… aunque el ridículo se vea a kilómetros de distancia.
Moraleja digital: en Cuba, incluso un rumor inventado puede convertirse en espectáculo oficial y la realidad muchas veces se sacrifica en nombre de la propaganda más exagerada.
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