Mientras la ciudad de La Habana duerme, los equipos de Aguas de La Habana continúan su labor titánica en la fuente de abasto de Cuenca Sur con el objetivo de lograr estabilizar en algo el suministro del preciado líquido a parte de la capital.
Soldaduras, excavaciones y reparaciones nocturnas marcan el ritmo de un esfuerzo que merece reconocimiento: los trabajadores se entregan sin descanso, con profesionalidad y dedicación, intentando paliar los efectos de una crisis que no deberían enfrentar.
No obstante, este heroísmo diario no puede ocultar la raíz de la tragedia: décadas de abandono y desinterés por parte de la dictadura cubana han puesto a la infraestructura hidráulica de la capital al borde del colapso.
Las instalaciones, muchas de ellas construidas a mediados del siglo XX, se han degradado sin mantenimiento adecuado, sin inversión real y sin planes de modernización. El resultado es un servicio inconsistente, cortes de agua frecuentes y una población que paga a diario el precio de la incapacidad gubernamental.
Es imprescindible reconocer el sacrificio de los técnicos y operarios que, bajo la presión de un sistema que los ha dejado sin recursos adecuados, enfrentan jornadas interminables para garantizar algo tan básico como el suministro de agua. Son héroes invisibles, que trabajan sin pausa para que los habaneros puedan tener agua potable en sus hogares, aun cuando la responsabilidad histórica recae sobre quienes gobernaron y han gobernado Cuba durante más de seis décadas.
Cada reparación nocturna, cada esfuerzo por mantener el flujo de agua, evidencia la resiliencia de estos trabajadores, pero también pone en relieve el drama que viven millones de personas: barrios enteros con tuberías oxidadas, sistemas obsoletos que se rompen constantemente y una ciudad que lucha por sobrevivir a la negligencia institucional.
La falta de previsión del régimen no solo compromete la infraestructura, sino que convierte la vida cotidiana en un desafío constante.
Reconocer a los trabajadores no debe oscurecer la verdad: lo que hoy se celebra como esfuerzo y sacrificio individual es, en realidad, el resultado de décadas de abandono sistemático. Mientras los habaneros agradecen cada gota de agua que llega a sus hogares, también deben recordar que esta situación horrenda es una consecuencia directa de un Estado incapaz de proteger y modernizar los servicios esenciales, dejando a la ciudadanía expuesta a las deficiencias de un sistema que prioriza la propaganda sobre la vida de su gente.
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