Dos cubanos fueron arrestados en la ciudad rusa de Volgogrado en hechos separados, encendiendo las alarmas dentro de la comunidad migrante y revelando lo estrictas que son las leyes de ese país frente al consumo y tráfico de drogas.
El primer caso involucra a un joven de 19 años, identificado como Formes Romero, quien fue detenido el 23 de septiembre tras mostrar signos de intoxicación en la vía pública. La policía le ordenó someterse a un test de drogas, pero se negó, alegando que estaba agotado porque llevaba solo cuatro días en Rusia.
Aun así, el tribunal consideró su negativa como una desobediencia a la autoridad, lo retuvo por 24 horas y dictó como sanción su expulsión inmediata del país.
El segundo hecho, ocurrido el 18 de septiembre, es mucho más grave. Un cubano de 41 años fue arrestado bajo acusación de tráfico de drogas en gran escala. Según la policía local, habría viajado desde Cuba con la fachada de “turismo”, pero en realidad formaba parte de una red encargada de distribuir drogas sintéticas.
Durante una operación, se le confiscaron 29 envoltorios de N-metilefedrona, tanto en su poder como en escondites previamente preparados. Ahora enfrenta cargos que podrían costarle hasta 20 años de cárcel bajo el Código Penal ruso.
La situación preocupa a la comunidad cubana en Rusia, un país donde miles de migrantes de la Isla buscan mejores oportunidades, pero enfrentan un entorno cada vez más hostil. No es la primera vez que trascienden casos de cubanos envueltos en problemas legales: en los últimos años también se han reportado arrestos por trabajar sin permisos, falsificar documentos migratorios o extender su estancia más allá del tiempo legal permitido.
Las autoridades rusas mantienen una política de cero tolerancia con las drogas, que incluye desde multas y deportaciones hasta largas condenas en prisiones de alta seguridad. En el caso de los extranjeros, las sanciones suelen ser ejemplarizantes, con el objetivo de enviar un mensaje disuasorio.
Lo cierto es que estos dos arrestos muestran cómo un error, un mal paso o incluso una sospecha puede arruinar por completo la vida de un migrante cubano en Rusia. Mientras uno regresa a la Isla marcado por la deportación, el otro espera un juicio que podría condenarlo a pasar dos décadas tras las rejas, lejos de su tierra y de su familia.
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