Mike Hammer, jefe de la Misión de Estados Unidos en Cuba, continúa intensificando sus esfuerzos por conectar con la realidad del pueblo cubano y apoyar a los sectores que promueven el cambio democrático en la Isla.
En su más reciente visita a la ciudad de Camagüey, el diplomático protagonizó un gesto que ha generado numerosos comentarios tanto en Cuba como en el exterior: se unió espontáneamente a un grupo de niños camagüeyanos en una partida de dominó en una plaza local.
Más allá del simbolismo, este acto sencillo reflejó la naturalidad y humildad con la que Hammer se ha acercado a la población. Tal como expresó un cubano residente en EEUU, Yamir Macías Catalá en redes sociales: "Hizo lo que ningún líder había hecho, compartir de cerca con el pueblo y condolerse de su miseria. Ahora busca en su vestimenta algún lujo de miles de dólares como los que tiene ese desgobierno. Eso se llama respeto y luto a ese pueblo que sufre la miseria más grande que la humanidad haya conocido"
La imagen de un alto funcionario internacional, vestido con modestia, compartiendo sin cámaras oficiales ni discursos vacíos, contrastó con la ostentación habitual de las élites del poder en Cuba.
Este tipo de acciones refuerzan la imagen cercana y empática que Hammer ha cultivado desde su llegada a La Habana. Su viaje a Camagüey fue parte de una gira más amplia que incluyó encuentros discretos y estratégicos con figuras clave de la oposición y la sociedad civil.
Entre ellos, destaca su reunión con el reconocido activista José Daniel Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba. A pesar de la constante vigilancia que enfrenta, Ferrer logró intercambiar impresiones con Hammer sobre la crítica situación de derechos humanos y la represión política en la Isla.
El diplomático ha sostenido diálogos con representantes del Movimiento San Isidro, artistas independientes, periodistas alternativos y defensores de derechos civiles. Estos encuentros forman parte de un esfuerzo continuo por apoyar a quienes, desde dentro del país, trabajan por una transición pacífica hacia un modelo más justo y democrático.
Hammer ha dejado claro que su labor no busca interferir en la soberanía de Cuba, sino respaldar las aspiraciones legítimas de libertad, dignidad y prosperidad del pueblo cubano. Su estilo cercano y su voluntad de escuchar de primera mano lo que viven los ciudadanos, marcan una diferencia notable frente a otras figuras diplomáticas del pasado.
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