Lizandra Estrada Mustelier tiene 33 años, es enfermera del Policlínico "Frank País" en Santiago de Cuba, y cada día entrega lo mejor de sí para salvar vidas. Pero cuando el huracán arrasó su casa en el kilómetro 1 de la carretera de Mar Verde, nadie apareció para salvarla a ella. Ni autoridades, ni delegados, ni representantes del gobierno. ¡Nadie!
Solo el río desbordado, una mata de mango gigantesca cayendo sobre lo poco que quedaba en pie y la desesperación absoluta de una familia que lo perdió casi todo: ella, su madre enferma de 67 años y dos niños de 8 y 11 años.
Lo más doloroso no es solo la destrucción. Es la indiferencia. A pocos metros, casi frente a sus ruinas, en el puerto conocido como “Los Chinos”, se descargan donaciones. Camiones entrando y saliendo. Credenciales. Movimiento. Recursos que supuestamente son para ayudar a los afectados. Pero ninguno se detiene, ninguno mira hacia la carretera donde madres solas, ancianos vulnerables y familias completas esperan una ayuda que no llega. A cinco pasos: abundancia. A cinco pasos más: abandono total.
Lizandra fue al trabajo a explicar lo sucedido, esperando comprensión. Lo único que consiguió fue que quisieran darle una licencia… pero sin sueldo. Como si perderlo todo y quedar sin casa fuera una excusa para dejar de ser útil, como si su tragedia fuera un capricho personal. Una enfermera que cada día se enfrenta al dolor ajeno recibe a cambio el silencio y el olvido.
Las fotos enviadas por vecinos muestran paredes rotas, colchones destruidos, muebles flotando, ropa embarrada, niños durmiendo entre restos de escombros. Pero muchos no se atreven a hablar. Tienen miedo. Temen represalias. Aun así, el pueblo —una vez más— se ha convertido en el único salvavidas. Sus propios compañeros de trabajo y los vecinos son quienes han intentado levantar lo que el gobierno no ha querido ver.
No se trata solo de Lizandra. Son todas las familias del km 1 de Mar Verde: derrumbes totales, casas colapsadas, comida perdida, niños llorando de frío y miedo, ancianos sin medicinas. Y a solo unos metros, las donaciones pasan de largo como si la tragedia de ellos fuera invisible.
Pero invisible no es. No debe serlo. Cuba tiene que mirar a estas familias. Y no mañana. Hoy. Porque sus vidas también importan. Y porque el pueblo no puede cargar solo el peso de un país entero.
Del perfil de Yosmany Mayeta
'Lo han convertido en un despojo humano': testimonio de Viki Gil sobre su hermano(video)
Hace 1 hora
Purgas en la cúpula militar china avivan dudas sobre la preparación bélica del régimen
Hace 14 horas
Alerta sanitaria en La Plaquita, Holguín: vecinos denuncian focos de basura y abandono
Hace 17 horas