La indignación y la tristeza vuelven a sacudir a la familia de Anier González, el joven cubano fallecido mientras cumplía el Servicio Militar Obligatorio, cuya muerte ha sido denunciada por su padre en múltiples instancias sin obtener respuestas.
Esta vez, el padre del muchacho, Alfredo González, reveló en su perfil de Facebook un hecho devastador: la tumba de su hijo fue profanada y saqueada.
“Hoy llegué a la tumba de mi hijo y le habían roto el candado y me robaron lo que tenía allí. Ya en Cuba se han perdido todos los valores humanos”, escribió Alfredo, profundamente golpeado por lo ocurrido.
El mensaje, breve y estremecedor, ha generado una ola de reacciones en redes sociales, donde cientos de cubanos expresan dolor, solidaridad e indignación.
Las pertenencias robadas no han sido precisadas públicamente, pero el padre explicó que se llevaron flores, adornos y objetos que él colocaba como ofrenda y tributo constante al niño cuya ausencia lo marca cada día. “Es el colmo de la maldad”, comentaron varios usuarios, calificando la acción como “inhumana”, “vil” y “un acto que supera todos los límites de la crueldad”.
Alfredo González no es un desconocido para quienes siguen de cerca las denuncias relacionadas con irregularidades y tragedias dentro del Servicio Militar en Cuba.
Desde la muerte de Anier, ha tocado puertas, exigido información y pedido justicia. Hoy, tras este nuevo ultraje, muchos cubanos resaltan su entereza y lo describen como “un padre digno y roto, pero imposible de detener”.
“Un día tiene que haber justicia, si no es la de los hombres, será la divina”, escribió un internauta, reflejando el sentir generalizado ante un país donde, según comentan, los valores se erosionan aceleradamente y hasta la paz de un niño fallecido puede ser arrebatada por manos inescrupulosas.
Este hecho, que Alfredo considera “el golpe más cruel desde que perdió a su hijo”, abre nuevamente el debate sobre la inseguridad en los cementerios, la falta de custodia, la negligencia institucional y la impunidad que rodea estos actos.
Mientras tanto, Alfredo continúa su lucha. A pesar del dolor, asegura que nada ni nadie lo hará rendirse, porque su hijo merece memoria, respeto y justicia.
Su denuncia, cargada de dignidad y sufrimiento, vuelve a exponer las fracturas más profundas de la realidad cubana.