Lo que sucedió en un ómnibus interprovincial en Cuba parece sacado de una obra de Buñuel o de un capítulo de Macondo escrito por García Márquez.
Así lo describió el creador digital Rikee Estrada, quien relató en su perfil de Facebook un episodio tan surrealista como sublime ocurrido durante un viaje cotidiano.
El ómnibus 3252, que cubría la ruta de La Habana a Segundo Frente, se convirtió inesperadamente en el escenario del nacimiento de una bebé, un acontecimiento que unió a desconocidos como si fueran una sola familia.
“Esto es de película… miren esto, familia”, comenzó Rikee Estrada en su narración. Contó que el viaje transcurría con pasajeros cargados de maletas, bolsas y cansancio acumulado, cuando de pronto —según sus palabras— “¡zas! La vida dijo: ‘Aquí mismo voy a nacer, carajo’”. Entre los asientos, una joven comenzó con dolores de parto, y el ambiente, típico del cubano curioso y solidario, se transformó en cuestión de segundos.
“En menos de un minuto la guagua entera se convirtió en policlínico sobre ruedas”, escribió. Los pasajeros empezaron a buscar en sus pertenencias lo que tuvieran a mano: “¿Alguien tiene tijeras? Aquí hay algodón, mi niña. Toma agua, mami. Pásenme alcohol, que esto va en serio”. Aquello, dijo Estrada, parecía una cooperativa de médicos improvisados, todos aportando algo.
El destino quiso que entre los viajeros hubiese personal de salud, quienes asumieron la situación con calma y profesionalismo: “No te preocupes, mi amorcito, que aquí no se queda nadie”.
La tripulación del ómnibus se sumó, ofreciendo apoyo, fuerza y palabras de ánimo en medio del nerviosismo colectivo.
Y entonces ocurrió lo extraordinario: “¡Nació la bebé!”. Al escuchar el primer llanto, la guagua estalló en aplausos, lágrimas y emoción. “Aquello fue una fiesta sin música, pero con tremendo corazón”, relató Rikee.
Para él y para todos los presentes, aquel instante fue un recordatorio luminoso de lo que nunca desaparece en Cuba: humanidad, solidaridad y esperanza, incluso en medio de carencias y dificultades.
Rikee Estrada reflexionó que un acontecimiento así podría inspirar a Buñuel o García Márquez, porque, como escribió, en Cuba “lo surrealista es cotidiano, el humor no tiene límites y la capacidad de resistencia del cubano es infinita”.
El nacimiento, dijo, fue “la génesis de la luz” en medio de un viaje cualquiera, transformado de pronto en una celebración de vida en su forma más pura y sublime.
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