Una grave denuncia ciudadana vuelve a encender las alarmas sobre el deterioro higiénico y la falta de respuesta institucional en Cuba. Esta vez, los vecinos del reparto La Plaquita, en la provincia de Holguín, claman por ayuda ante una situación que, según ellos, se ha vuelto insostenible, peligrosa y completamente ignorada por las autoridades locales.
En una de las calles del barrio, la basura se ha acumulado durante años sin control. El origen del problema —coinciden los residentes— está relacionado con un hombre que padece Síndrome de Diógenes, una condición psicológica que provoca la acumulación compulsiva de objetos y desechos.
Cada día, este ciudadano recorre basureros cercanos, recoge carretillas llenas de desperdicios y los deposita en su vivienda, tanto en el interior como en los alrededores. La acumulación ha alcanzado un nivel tan extremo que el hombre ya no puede entrar a su propia casa y duerme en el portal de una vivienda ajena.
Pero más allá del drama personal, el problema ha creado un foco de infección de grandes proporciones en plena zona residencial. “¿Puede existir higiene o un estilo de vida saludable con tantos vectores a nuestro alrededor?”, se pregunta una vecina angustiada, señalando el cúmulo de moscas, roedores, mal olor y suciedad que rodea el área.
En el lugar viven ancianos enfermos, niños pequeños y familias vulnerables, todos expuestos a enfermedades, brotes de dengue, alergias, infecciones respiratorias y otros riesgos derivados de la insalubridad.
Los vecinos aseguran que han reportado la situación innumerables veces, pero Higiene y Epidemiología no ha intervenido de manera efectiva, a pesar de que los reportes se remontan mucho más allá del paso de huracanes o crisis puntuales.
“¿Hasta cuándo la desidia oficial?”, cuestionan los afectados. “¿Tiene que ocurrir una tragedia sanitaria para que alguien actúe?”
La comunidad insiste en que este no es un caso aislado, sino el reflejo de un sistema de servicios públicos colapsado, donde la falta de respuesta estatal permite que problemas evitables se conviertan en amenazas reales para la salud colectiva.
Mientras tanto, La Plaquita continúa atrapada entre la basura, los malos olores y la incertidumbre. Y los vecinos, cansados de esperar, deciden alzar la voz para exigir una solución inmediata, humana y responsable a un conflicto que ya no puede seguir siendo ignorado.
Fuente: a Cuba