El número de víctimas del fuerte terremoto que sacudió Myanmar el pasado viernes sigue en aumento, mientras los equipos de rescate luchan contra el tiempo para salvar vidas y brindar asistencia a las comunidades afectadas. Hasta el domingo, las autoridades confirmaron al menos 1.700 muertos, 3.400 heridos y más de 300 desaparecidos, según informó el gobierno militar del país.
El sismo, de magnitud 7,7, es uno de los más poderosos registrados en Myanmar en los últimos cien años. Su impacto ha agravado la crisis humanitaria en una nación ya golpeada por un conflicto interno y dificultades económicas. Los hospitales están desbordados, mientras que algunas localidades han tenido que organizar sus propias labores de rescate ante la falta de apoyo gubernamental.
La catástrofe ha provocado un llamado urgente de ayuda. India, China y Tailandia han enviado suministros y personal de rescate, a los que se han sumado equipos de Malasia, Singapur y Rusia. Sin embargo, las condiciones en el país complican la distribución de la asistencia.
“El daño es extenso y las necesidades humanitarias aumentan cada hora”, señaló la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja en un comunicado. Con la temporada de monzones acercándose, existe el riesgo de crisis secundarias, como brotes de enfermedades y falta de refugio adecuado.
El jefe de la junta militar, Min Aung Hlaing, advirtió que el número de fallecidos podría aumentar y que la restauración de la infraestructura será clave en los próximos días. Carreteras, puentes y aeropuertos han quedado severamente dañados, ralentizando los esfuerzos de ayuda.
En varias zonas cercanas al epicentro, como la ciudad de Sagaing, los residentes aseguran que la asistencia gubernamental es casi inexistente. “No hemos recibido ninguna ayuda y no hay personal de rescate a la vista”, declaró un habitante de la región. Además, con los puentes destruidos, incluso los suministros procedentes de Mandalay tienen dificultades para llegar.
Los hospitales de ciudades como Mandalay y Naypyitaw están al límite de su capacidad, sin suficientes recursos para atender a la creciente cantidad de heridos. Algunos pacientes han tenido que ser trasladados a espacios al aire libre, mientras que la escasez de suministros médicos empeora la situación.
El Servicio Geológico de Estados Unidos estima que la cifra de fallecidos podría superar los 10.000 en los próximos días, mientras que las pérdidas económicas podrían exceder la producción anual del país.
El terremoto no solo afectó a Myanmar, sino que también sacudió a la vecina Tailandia, donde un rascacielo en construcción se derrumbó en Bangkok, dejando al menos 18 muertos y decenas de personas atrapadas bajo los escombros. Equipos de rescate con perros rastreadores y drones trabajan sin descanso para localizar sobrevivientes.
El terremoto ha sumido a Myanmar en una situación aún más desesperada. Desde el golpe militar de 2021, el país enfrenta una crisis política y humanitaria que ha desplazado a más de 3,5 millones de personas y debilitado su sistema de salud. La falta de una respuesta rápida y efectiva a la catástrofe podría agravar la crisis interna, dejando a miles de personas sin acceso a alimentos, medicinas y refugio.
Con la llegada de más ayuda internacional, la prioridad ahora es restablecer el acceso a las zonas más afectadas y garantizar la atención médica a los heridos. Sin embargo, el panorama sigue siendo incierto, y la reconstrucción tomará tiempo en un país ya devastado por el conflicto y la inestabilidad.
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