La conversación entre el periodista Darwin Santana y María Victoria Gil Fernández, hermana del exministro de Economía de Cuba Alejandro Gil Fernández, ha revelado detalles estremecedores sobre las condiciones que enfrenta el exfuncionario en prisión.
Durante su intervención, la también exconductora del programa De La Gran Escena describió el grave deterioro físico y emocional de su hermano, detenido en Villa Marista, sede de los órganos de la Seguridad del Estado.
María Victoria, visiblemente afectada, compartió lo que su sobrina le relató sobre la situación actual del exministro.
“Está completamente destruido. Se siente abandonado, traicionado, y su salud está muy deteriorada”, afirmó.
Abogada de profesión, Gil Fernández explicó que conoce de primera mano el funcionamiento del sistema represivo cubano, pues realizó sus prácticas universitarias precisamente en Villa Marista.
“Yo sé cómo tratan a los detenidos en Cuba. Lo viví en Villa Marista”, señaló, evocando la brutalidad y las condiciones inhumanas que imperan en ese centro de detención.
Según su testimonio, Alejandro Gil sufre fuertes dolores renales y su estado es extremadamente precario, lo que ha llevado a la familia a sospechar que podría estar siendo sometido a torturas.
El exministro fue destituido de su cargo el 1 de febrero de 2024 por decisión del presidente Miguel Díaz-Canel, en medio de una crisis económica sin precedentes y tras la adopción de medidas impopulares como el alza del precio del combustible.
Poco después de su destitución, Gil fue arrestado y acusado de cometer “graves errores” en su gestión. Más de un año después, el 31 de octubre de 2025, la Fiscalía General de la República anunció cargos formales en su contra: espionaje, malversación de fondos, falsificación de documentos, evasión fiscal, tráfico de influencias y lavado de activos.
Desde entonces, permanece en prisión preventiva mientras avanza un proceso judicial que, según su familia, carece de transparencia.
Su hija, Laura María Gil González, ha exigido públicamente un juicio justo y público, así como un trato digno para su padre.
“Queremos que se respete la presunción de inocencia de mi padre y que se haga justicia de manera clara. Nos preocupa enormemente su salud y la forma en que se está llevando este proceso. Exigimos transparencia y un juicio que no esté viciado por intereses políticos”, expresó.
Aunque María Victoria reconoce que su hermano formó parte del sistema y tuvo responsabilidad en las duras políticas económicas aplicadas en los últimos años —incluida la Tarea Ordenamiento, que agravó la crisis del país—, insiste en que no puede ser el único culpable.
A su juicio, el verdadero poder y las decisiones que hundieron la economía residen en la cúpula del régimen, encabezada por Miguel Díaz-Canel y otros altos funcionarios, quienes también deberían rendir cuentas.
Para la familia, el proceso judicial contra Alejandro Gil busca construir un chivo expiatorio que oculte las fallas estructurales y la corrupción interna del gobierno cubano.
Entre el dolor y la indignación, María Victoria Gil se ha convertido en una de las voces más críticas dentro del exilio, denunciando el trato inhumano que recibe su hermano y recordando que la represión no distingue entre opositores y antiguos aliados del régimen.
La historia del exministro, ahora convertido en prisionero del sistema que alguna vez defendió, es vista por muchos como un reflejo de cómo el poder en Cuba se cobra lealtades cuando conviene y destruye a quienes dejan de servirle.